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Sáharacciones y movimiento solidario con el Sáhara Occidental

Anselmo Fariña
Membre del col·lectiu Sáharacciones
Sáharacciones

Sáharacciones

Por encima de todo somos seres humanos,
solo circunstancialmente somos saharauis o canarios
(Hmad Hammad al grupo Sáharacciones, septiembre de 2010)

Un paso necesario, pero difícil de dar

Manifestarnos en las calles de El Aaiún ocupado, asumir que podíamos ser golpeados e incluso pasar una temporada más o menos larga detenidos por el régimen marroquí, fue una decisión conscientemente adoptada por el colectivo sáharacciones que integramos tanto las personas que nos desplazamos al Sáhara Occidental ocupado, como las compañeras y compañeros que constituyeron el grupo de apoyo logístico y comunicación que permaneció en Tenerife.

El desarrollo de lo que llamamos primera sáharacción se comprende en el contexto de bloqueo de la situación en el Sáhara tras treinta y cinco años de ocupación y exilio, diecinueve de alto el fuego, y cinco de Intifada, en los que el Reino de Marruecos ha apostado porque el paso del tiempo, el apoyo de Francia y la inacción de los gobiernos españoles acabará consolidando la situación de facto, consiguiendo con ello, finalmente, que la comunidad internacional acabe reconociendo legalidad a la modificación de fronteras a través de un acto de fuerza.

Como causa inmediata de nuestra acción tendríamos la necesidad de intentar romper el silencio mediático sobre el conflicto del Sáhara, y especialmente sobre la situación de la población saharaui en los territorios ocupados por Marruecos, que está sometida a una diaria y sistemática violación de sus derechos, con una brutalidad a la que ni los medios de comunicación ni la llamada comunidad internacional muestran ninguna sensibilidad. Fue especialmente significativo el otorgamiento por la UE del Estatuto Avanzado de asociación al Reino de Marruecos.

Cinismo de los gobierno, solidaridad de los pueblos

El gobierno de España pretende justificar su inacción, su incumplimiento de sus obligaciones como potencia administradora del Sáhara Occidental que tiene que llevar a término la descolonización del territorio mediante la autodeterminación de la población saharaui, invocando una complejidad de las relaciones internacionales que llevaría a hacer aceptable la situación del pueblo saharaui como pago necesario ante el papel del régimen marroquí, que con su control de la inmigración ilegal, tráfico de drogas, islamismo radical, se habría convertido en un impresentable pero necesario garante de nuestra paz y prosperidad.

Claro está que es posible otra lectura, centrada en las viejas relaciones que determinados grupos económicos españoles mantienen con la monarquía marroquí, según un esquema más bien parecido al neocolonial, que incluiría como elemento estructural de la base de poder de los sucesivos reyes marroquíes el mantenimiento de una política expansionista que en ocasiones choca con los intereses nominalmente defendidos por el Estado Español. Esa política expansionista la sufre directamente el pueblo saharaui, pero afecta también a las islas Canarias y en general al conjunto de países del noroeste africano que forman parte del ámbito territorial que reivindica la versión más radical del nacionalismo marroquí.

Por lo tanto la apuesta de España, y la UE, por aceptar de mal grado como socio incómodo a un Reino de Marruecos por su papel geopolítico, podría estar encubriendo que, por lo que realmente se apuesta, es por el mantenimiento de un régimen que favorece el desarrollo de los negocios de empresas españolas (segundo país inversor), francesas (primer país inversor) y en general de la UE, incluyendo como territorio de Marruecos el del Sáhara Occidental. Esta parece ser una apuesta muy peligrosa, tanto por las contradicciones que está alimentando en el seno de la sociedad marroquí, como por la inestabilidad que alimenta en la región.

Frente a este mirar para otro lado, o mejor dicho al lado de los intereses empresariales europeos, que caracteriza al comportamiento de los sucesivos gobiernos españoles, el sentimiento de responsabilidad por la situación del pueblo saharaui está ampliamente extendido entre los pueblos del Estado Español y ha cuajado en infinidad de iniciativas de apoyo humanitario a la población exiliada en la Hamada argelina; pero la cínica actitud de los gobiernos lleva a la prolongación del sufrimiento que esa solidaridad humanitaria sólo puede paliar, mientras que una solución política del conflicto permitiría al pueblo saharaui abandonar el estado de mendicidad al que se le pretende reducir.

Por ese motivo nuestra saharacción la diseñamos con un contenido claramente político, en la línea de un movimiento que crece dentro de las personas solidarias con la causa saharaui. También por eso, en nuestras apariciones posteriores hemos insistido en la necesidad de que el foco no se centrase ni en nuestra acción por espectacular, arriesgada o disparatada que le pareciese a quienes indagaban sobre nuestras razones, ni en nuestro estado físico por llamativas que fuesen algunas imágenes, ni en el abandono en el que nos dejó el Gobierno Español. Nada de eso es privativo de la situación que atravesamos las catorce personas que fuimos al Aaiún. Nuestra acción hizo visible lo que padecen los activistas saharauis de derechos humanos y el conjunto de la población saharaui bajo la ocupación marroquí: Sufrimiento, malos tratos indescriptibles y abandono.

¿Qué perspectiva para la solidaridad con el Sáhara?

Mientras nuestra sociedad siga permitiendo a los gobernantes usar cínicamente los derechos humanos para justificar acciones militares en el otro confín de la Tierra, al tiempo que encuentran argumentos de supuesta "realpolitik" para cerrar los ojos ante la barbarie cotidiana en el Sáhara Occidental, la situación seguirá empeorando.

En ese contexto la solidaridad humanitaria, imprescindible y que además se debe incrementar para intentar mejorar las condiciones de resistencia en el exilio de los campamentos, se muestra insuficiente.

Acciones como las que desarrolló nuestro colectivo y las que desarrollan otros activistas son imprescindibles para intentar romper el aislamiento del conflicto, pero son también claramente insuficientes.

Tal y como sucedió para facilitar el fin del apartheid en Sudáfrica o como está pasando con la solidaridad con Palestina con la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel, es necesario dar el salto a la incorporación a la agenda de los movimientos sociales la exigencia, al Estado Español y la UE, de la solución al conflicto del Sáhara sobre la base del respeto a los derechos humanos del pueblo saharaui, lo que incluye el respeto a su derecho a la autodeterminación, internacionalmente reconocido por los organismos de los que la humanidad se ha ido dotando, aún con todas sus imperfecciones y contradicciones.

Ese salto de una mayor implicación en la solidaridad política es lo que le daría sentido final a las sáharacciones que hemos desarrollado y seguiremos desarrollando en cualquier momento.

Nos lo exige la situación de los saharauis exiliados y de quienes padecen la brutalidad de la ocupación en su tierra, nos corresponde por responsabilidad histórica.