Paz en la era digital

Desinformación, manipulación y discurso del odio en los conflictos

En la era digital actual, los conflictos y las guerras se han extendido cada vez más a la esfera online, amplificando la propagación de la desinformación y la incitación al odio. Las plataformas de las redes sociales se han convertido en espejos (y lupas) de las tensiones del mundo real, sirviendo tanto de campos de batalla como de caldo de cultivo para la hostilidad digital. Si bien los usuarios individuales pueden promover espontáneamente contenidos alineados con sus creencias políticas o ideológicas, los Estados y los actores no estatales suelen participar en campañas coordinadas para difundir deliberadamente información falsa o engañosa con la intención de engañar, manipular o perjudicar. Esta manipulación intencionada de la información se denomina desinformación: la difusión estratégica de falsedades con el fin de engañar a la población, dañar reputaciones y sembrar la división.[1]

Al mismo tiempo, el discurso del odio prolifera en estas plataformas, a menudo incitado o legitimado por las élites políticas y las estructuras de poder. Este se manifiesta como una comunicación que expresa o incita al odio contra individuos o grupos basándose en características intrínsecas como la etnia, la religión, la nacionalidad o el género.[2] Con frecuencia, en tiempos de conflicto, el discurso del odio se convierte en un arma para unir a las poblaciones contra un enemigo común, justificar la violencia o intimidar a las voces disidentes.

En el centro de este panorama digital se encuentra la polarización, un fenómeno en el que las sociedades están fracturadas en bandos opuestos con visiones del mundo rígidas. La polarización se va intensificando a medida que los individuos se atrincheran cada vez más en el apoyo a un bando al tiempo que rechazan por completo o deshumanizan al bando contrario. Esta tríada de desinformación, discurso del odio y polarización no se limita a reflejar las tensiones existentes, sino que las alimenta de manera activa. Juntos, forman un ciclo que se perpetúa y que agrava las divisiones sociales, aumenta la hostilidad y mantiene el conflicto.[3]

La tríada de desinformación, discurso del odio y polarización forma un ciclo que se perpetúa y que agrava las divisiones sociales y aumenta la hostilidad

La espiral de polarización en tiempos de guerra

Los estudios empíricos en numerosas zonas de conflicto revelan un patrón recurrente: la desinformación y el discurso de odio surgen en los momentos de mayor tensión política y estallan cuando los conflictos se intensifican y derivan en violencia. En este contexto, las redes sociales se convierten en una herramienta esencial para las enfrentar narrativas. Las partes enfrentadas explotan las plataformas a fin de movilizar apoyos, justificar acciones militares, desacreditar a sus oponentes y manipular la opinión pública. A menudo, las campañas de desinformación buscan minar la moral del enemigo, infundir miedo o desestabilizar la cohesión interna. Estas campañas digitales no se limitan al ciberespacio, sino que tienen consecuencias tangibles, a menudo mortales. Naciones Unidas, por ejemplo, concluyó que Facebook desempeñó un «papel determinante» en el genocidio contra los rohingya en Myanmar. El odio no se quedó en el ámbito virtual, sino que se convirtió en un catalizador de la violencia en el mundo real.[4]

En contextos de conflicto, la desinformación constituye un sofisticado ecosistema diseñado no solo para confundir, sino también para controlar. Distorsiona la verdad, minimiza el sufrimiento, erosiona la empatía y ahonda las divisiones sociales. En el fondo, se trata de un arma emocional y psicológica, un componente esencial de la guerra moderna de la información. Esta militarización de los espacios digitales es evidente en numerosos conflictos actuales.

En Palestina, las campañas de desinformación han contribuido a vilipendiar a las víctimas, a negar las atrocidades documentadas y a legitimar los ataques contra periodistas y trabajadores humanitarios. Las narrativas que presentan a los niños y a los supervivientes como «actores de crisis» o que escenifican su sufrimiento sirven para deslegitimar las experiencias reales y proteger a los perpetradores de su responsabilidad. Estas estrategias no solo niegan justicia a las víctimas, sino que también manipulan la opinión pública mundial y configuran el discurso político. Aunque algunos elementos pueden surgir de forma espontánea, especialmente durante las crisis, la tendencia dominante de estas campañas es deliberada y organizada. A través de redes coordinadas, las partes en conflicto elaboran y difunden contenidos destinados a manipular el consenso, atribuir culpas y construir visiones binarias del mundo que dejan poco espacio para la complejidad, la empatía o el diálogo.[5]

La desinformación es una arma emocional y psicológica. En contextos de conflicto, distorsiona la verdad, minimiza el sufrimiento, erosiona la empatía y ahonda las divisiones sociales

Si bien se supone que es cierto que esas formas de contenido se exacerban durante los conflictos, la incitación al odio y la desinformación suelen tener su raíz en narrativas sociales más amplias, ya sean nacionalistas, religiosas o ideológicas. Estas narrativas, arraigadas a lo largo del tiempo, resurgen en el discurso digital como contenidos violentos o engañosos. Los actores políticos suelen amplificar estas historias, presentando a su propio bando como el moralmente justo y agraviado. Si bien estas narrativas pueden simplificar realidades complejas en oposiciones binarias entre el bien y el mal, los algoritmos de las redes sociales refuerzan este pensamiento reduccionista al privilegiar los contenidos con carga emocional y desalentar los matices. Este entorno es terreno fértil para la propagación de la desinformación y la incitación.[6]

El discurso del odio y la desinformación, entre otras formas de contenido violento, son el resultado directo de la polarización tóxica, que va más allá del desacuerdo ideológico normal y surge cuando los individuos desarrollan un profundo desprecio por quienes tienen creencias opuestas a las suyas, al tiempo que expresan una intensa lealtad y apego a las opiniones de su propio grupo. Esta forma de polarización transforma las diferencias políticas o ideológicas en divisiones basadas en la identidad, fomentando la percepción de que el bando contrario no sólo está equivocado, sino que es un enemigo irreconciliable. La investigación psicológica identifica tres factores fundamentales que impulsan esta dinámica: la deshumanización, la aversión y el desacuerdo. Cuando los miembros de un grupo creen que la otra parte los detesta, los deshumaniza o se opone a ellos de manera fundamental, la polarización se intensifica.[7]

Esto es exactamente lo que ocurrió en el caso del genocidio que se está produciendo en Gaza. Desde que estalló la guerra de Israel contra Gaza el 7 de octubre de 2023, una enorme guerra de desinformación se ha extendido por los espacios digitales, y muchos la describen como algo sin precedentes. Israel lanzó una amplia campaña integral de desinformación e influencia diseñada para justificar su ataque militar contra Gaza y deslegitimar los derechos de los palestinos. Un elemento central de esta iniciativa fue una operación encubierta de 2 millones de dólares, financiada por el Ministerio de Asuntos de la Diáspora de Israel, que utilizó contenido generado por inteligencia artificial y bots para manipular la opinión pública y promover narrativas deshumanizantes sobre los palestinos. Esta campaña estuvo dirigida estratégicamente a los legisladores estadounidenses, especialmente a los demócratas, a través de plataformas como Facebook, Instagram y X, con propaganda personalizada producida por la empresa israelí STOIC. OpenAI desbarató posteriormente algunos de estos esfuerzos, revelando una sofisticada operación destinada a amplificar el sentimiento islamófobo y antipalestino en los espacios digitales occidentales.

La guerra de Gaza ha demostrado cómo los conflictos offline pueden intensificar drásticamente la violencia y la desinformación online, aumentando narrativas falsas

Al mismo tiempo, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí lanzó una campaña publicitaria gráfica y emocionalmente manipuladora en YouTube, en Europa y Norteamérica, diseñada para suscitar el apoyo a las acciones militares de Israel. Según el análisis de 7amleh, estos anuncios, que incluían imágenes perturbadoras y llamamientos enmarcados en narrativas centradas en los niños, violaban las normas de la plataforma y, sin embargo, seguían activos. Además, personas vinculadas a Israel se pusieron en contacto con influencers para ofrecerles pagos y «sesiones informativas» con el fin de difundir mensajes a favor de Israel en las redes sociales, lo que contribuyó a afianzar aún más las narrativas patrocinadas por el Estado en los espacios digitales de base. Esta manipulación orquestada pone de relieve la guerra digital desigual en la que Israel aprovecha herramientas avanzadas y vastos recursos para dominar el discurso y suprimir las voces palestinas.[8]

La guerra de Gaza ha demostrado, de forma inequívoca, cómo los conflictos offline pueden intensificar drásticamente la violencia y la desinformación online. La existencia de toda una página de Wikipedia dedicada a rastrear la enorme cantidad de desinformación desatada durante el genocidio subraya la magnitud de este fenómeno. Destaca no solo cómo el conflicto fuera de línea alimentó un aumento de narrativas falsas y dañinas en línea, sino también cómo gran parte de esta desinformación fue impulsada sistemáticamente por actores políticos, más allá de la difusión inconsciente de información errónea por parte de usuarios comunes.[9]

Al mismo tiempo, los oponentes de Israel, como Irán, han intensificado sus esfuerzos de desinformación, especialmente durante el recrudecimiento de julio de 2025 tras la ofensiva israelí. Una campaña iraní coordinada que utilizó más de 100 cuentas bot en X (anteriormente Twitter) se difundió más de 240.000 veces, con el objetivo de influir en la opinión pública estadounidense y disuadir de posibles ataques contra las instalaciones nucleares de Irán. La operación promovió al líder supremo de Irán, difundió afirmaciones falsas sobre los fracasos militares de Israel y describió a Israel como un Estado terrorista. Las publicaciones utilizaron imágenes y hashtags incendiarios para maximizar la viralidad y socavar la alianza entre los Estados Unidos e Israel. Los analistas consideran que la campaña forma parte de una estrategia más amplia de Irán para manipular el discurso global y prevenir la acción militar mediante la guerra psicológica e informativa.[10]

La naturaleza emocional de los mensajes relacionados con el conflicto, marcados por el miedo, la ira o el dolor, aumenta aún más la susceptibilidad a la manipulación y la confusión

Varios factores contribuyen a la propagación de la desinformación y otras formas de contenido polarizador durante los conflictos. Entre ellos se encuentran la falta generalizada de verificación y pensamiento crítico a la hora de evaluar la información recibida, así como la tendencia a considerar creíble un contenido simplemente porque proviene de una fuente interna del grupo. La desinformación suele percibirse como factual desde una cosmovisión específica, especialmente cuando coincide con estereotipos profundamente arraigados o narrativas tradicionales.

Los sesgos cognitivos también desempeñan un papel fundamental: los individuos tienden a buscar información que confirme sus creencias existentes, evitan los contenidos que cuestionan esas creencias y se resisten a actualizar sus puntos de vista incluso cuando se enfrentan a pruebas contrarias creíbles. La naturaleza emocional de los mensajes relacionados con el conflicto (marcados por el miedo, la ira o el dolor) aumenta aún más la susceptibilidad a la manipulación y la confusión. La gente puede reconocer la existencia de la desinformación, pero creer que solo los demás son vulnerables a ella, lo que refuerza los puntos ciegos de su propio juicio. El efecto de cámara de eco profundiza estas dinámicas al limitar la exposición a perspectivas alternativas, mientras que la desinformación encubierta bajo el lenguaje de la autoridad pública, institucional o científica adquiere una legitimidad injustificada. En algunos casos, paradójicamente, la exposición a información precisa puede afianzar la creencia en falsedades, ya que los individuos reinterpretan o rechazan la verdad de formas que refuerzan sus convicciones originales. En conjunto, estas dinámicas crean un entorno fértil para que prospere la desinformación y se intensifique la polarización.[11]

El papel de las redes sociales

Las plataformas de redes sociales han desempeñado un papel significativo en la escalada de conflictos al incentivar discursos de división y potencialmente violentos, a menudo amplificando contenidos que fomentan la polarización y el acoso masivo a través de algoritmos optimizados para métricas de participación como comparticiones, comentarios y tiempo de permanencia. Aunque las plataformas han enfrentado los conflictos violentos principalmente mediante la moderación reactiva de los contenidos (respondiendo a incidentes o brotes específicos), este enfoque no aborda los problemas de diseño más profundos y sistémicos que alimentan la dinámica del conflicto mucho antes de que estalle la violencia. Investigaciones independientes, como la relativa al papel de Facebook en Myanmar, han demostrado cómo las plataformas pueden facilitar la incitación a la violencia fuera de Internet al fomentar la división. La investigación respalda un panorama complejo: las redes sociales se correlacionan tanto con la polarización como con un mayor conocimiento político, pero la primera —especialmente la polarización tóxica, en la que la gente demoniza a los grupos opuestos— es un preludio más peligroso de la violencia que los meros desacuerdos políticos.[12]

Las redes sociales desempeñan un papel significativo en la escalada de conflictos al incentivar discursos violentos. El impacto no se limita al ámbito digital, opera dentro de un ciclo de refuerzo que incita a la polarización y a la violencia offline

El informe de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York titulado «Fueling the Fire: How social media intensifies U.S. political polarization and what can be done about it» concluye que, si bien las redes sociales no son la causa principal de la polarización política en Estados Unidos, desempeñan un papel fundamental en la intensificación de la polarización afectiva (la hostilidad y el desprecio profundamente arraigados entre los grupos políticos) lo que, a su vez, erosiona las normas democráticas, debilita la confianza en las instituciones y alimenta la violencia en el mundo real. El informe destaca cómo los algoritmos basados en la participación amplifican sistemáticamente los contenidos divisivos y, a pesar de las ocasionales medidas internas, las plataformas han fracasado en gran medida a la hora de autorregularse.[13]

La violencia offline y online funciona como un ciclo de refuerzo, a través del cual cualquier incidente offline podría alimentar la violencia online y viceversa. La organización 7amleh documentó un ejemplo destacado de Palestina que ilustra el papel de las redes sociales: analizó la escalada digital que condujo al ataque de febrero de 2023 contra la aldea de Huwara, en Cisjordania, donde cientos de colonos israelíes llevaron a cabo un violento asalto que se saldó con el asesinato de un palestino, la destrucción generalizada de propiedades (incluyendo la quema de cultivos y vehículos), ataques a viviendas y el terror infligido a los residentes. En los meses previos al ataque, 7amleh identificó más de 15.000 contenidos violentos en lengua hebrea en plataformas de redes sociales, que iban dirigidos directamente contra la aldea y sus habitantes. Este contenido sirvió para deslegitimar, calumniar y deshumanizar a la población palestina local, retratándola en términos inhumanos y amenazadores. Esa incitación digital sentó las bases de la violencia en el mundo real al normalizar la hostilidad y justificar la agresión contra la comunidad.[14]

De la división al diálogo: polarización inversa

Se puede hacer mucho para acabar con los prejuicios y la polarización, y una de las hipótesis es, simplemente, la comunicación. El contacto entre grupos puede tener un impacto significativo entre las partes en conflicto, pero solo si se hace correctamente, ya que a veces, también puede agravar la polarización. Por ejemplo, seguir a los oponentes en X podría consolidar las propias ideas extremas o los prejuicios contra los demás. Si el contacto se lleva a cabo de forma sostenible, con un intercambio respetuoso de ideas entre personas del mismo rango o edad, por ejemplo, eso podría reducir la polarización. La intervención puede ser realizada por gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación, plataformas de redes sociales y otros actores, con objeto de difundir las perspectivas de los demás. Escuchar historias desde la perspectiva de otros podría ayudar a reducir gran parte de los prejuicios y la polarización. Sin embargo, las redes sociales han hecho más mal que bien al permitir que las personas vean y se relacionen con personas o narrativas similares, en lugar de abrirles a otras perspectivas.[15]

Escuchar historias desde la perspectiva de otros podría ayudar a reducir gran parte de los prejuicios y la polarización

Para contrarrestar esto, iniciativas como Beyond Conflict recomiendan poner en marcha campañas de concienciación pública destinadas a exponer las percepciones erróneas generalizadas que los partidarios tienen unos de otros y piden que las figuras influyentes asuman sus responsabilidades cuando difunden información falsa. Entre las estrategias de orden práctico para mitigar la polarización se incluyen fomentar el diálogo entre grupos, promover la empatía a través de la toma de perspectivas y destacar los desacuerdos internos dentro de los grupos políticos para poner fin a las narrativas rígidas de «nosotros contra ellos».  Además, promover la amabilidad en las redes sociales puede ayudar a dejar de normalizar la deshumanización, del mismo modo que evitar la repetición de información errónea y abstenerse de bromas prejuiciosas puede debilitar la aceptabilidad social de la retórica de división.[16]

Otros enfoques abogan por pasar de una moderación reactiva a intervenciones proactivas, a largo plazo y escalables, basadas en el diseño de las plataformas. La propuesta es que las redes sociales se alejen de la clasificación de contenidos basada en la participación en contextos sensibles, limiten la capacidad de difusión masiva e introduzcan características de diseño que fomenten interacciones significativas y de conexión. Las plataformas también deben integrar el apoyo a los esfuerzos de consolidación de la paz, reconociendo que la paz no es solo la ausencia de violencia, sino la presencia de unas condiciones sociales en las que todas las comunidades puedan prosperar. En última instancia, los conflictos se intensifican mediante ciclos de refuerzo, y para romper esta espiral es preciso acabar con los incentivos que premian la división y la manipulación en línea.[17]

Otras recomendaciones abogan por reformas estructurales integrales, instando a las plataformas de redes sociales a rediseñar de forma transparente sus sistemas algorítmicos a fin de reducir la difusión de contenidos incendiarios. Por ejemplo, el informe de la Stern School of Business antes mencionado subraya la importancia de invertir en equipos internos de moderación de contenidos y fomentar una colaboración más estrecha con las organizaciones de la sociedad civil. También destaca el papel fundamental de la intervención gubernamental, abogando por una legislación que exija transparencia, faculte a los organismos reguladores para hacer cumplir las normas de conducta y apoye el desarrollo de plataformas digitales alternativas que promuevan la participación democrática. Finalmente, el informe apunta a la polarización descontrolada impulsada por las redes sociales como una amenaza directa para la estabilidad democrática, lo que exige una acción urgente y coordinada entre todos los sectores.[18]

Conclusión

Las redes sociales y las herramientas digitales desempeñan un papel significativo y, a menudo, perjudicial a la hora de alimentar la violencia, la división y la polarización, tanto en tiempos de paz como, de forma más marcada, durante la guerra. Las partes en conflicto explotan activamente estas plataformas para amplificar sus narrativas, recurriendo con frecuencia a la desinformación y al discurso del odio como estrategias para deslegitimar al bando contrario. Las redes sociales ofrecen un medio rentable y de gran alcance para la difusión de esos contenidos, lo que las convierte en un poderoso instrumento en la guerra de la información moderna. Resulta fundamental señalar que el impacto de este contenido no se limita al ámbito digital. Opera dentro de un ciclo de refuerzo que intensifica la polarización, ahonda las fracturas sociales y, en última instancia, incita a la violencia offline. Esta dinámica subraya la urgente necesidad de que las plataformas rindan cuentas y de replantearse, de forma fundamental, el modo en que las infraestructuras digitales interactúan con la dinámica de los conflictos.


[1] Stavros, A., S. Phalen, S. Almakki, M. Nacionales-Tafoya, y R. A. García. 2023. “Disinformation in Conflict Environments in Asia.” Gerald R. Ford School of Public Policy, University of Michigan.

[2] 7amleh (Centro Árabe para el Avance de las Redes Sociales) 2022. “A Guide to Combating Online Hate Speech.”

[3] Polarization Research Lab. 2022. “How Do You Study and Reverse Political Animosity? These Researchers Are Working to Answer That Question.” Charles Koch Foundation.

[4] Stavros et al. 2023.

[5] Barforoush, S., y S. Plaut. 2024. “Information Disorder in Times of Conflict.” Canadian Museum for Human Rights.

[6] Cobb, S., S. Kaplan, A. Marc, y G. Milante. 2021. “The Role of Narrative in Managing Conflict and Supporting Peace.” Discussion paper, IFIT, Institute for Integrated Transitions, Barcelona.

[7] Equipo editorial de Psico-smart. 2024. “The Role of Technology in Conflict Mediation: Exploring Digital Tools and Platforms.” Psico-smart Blog..

[8] Qadi, A. 2025. “From Bot Farms to Censorship: Israel’s Disinformation Warfare against Palestinians.” Palestine Chronicle.

[9]Misinformation in the Gaza War.” 2025.

[10] Kahana, A. 2025. “Iran Deployed Bots to Post 240K Times to Block US Strikes on Nuclear Facilities.” NYP.

[11] Lewandowski, P. 2024. “Psychological Mechanisms of Disinformation and Their Impact on Social Polarization.” Studia Polityczne 2: 85–104. Łukasiewicz Research Network – ITECH Institute of Innovation and Technology.

[12] Stray, J., R. Iyer, y H. Puig Larrauri. 2023. “The Algorithmic Management of Polarization and Violence on Social Media.” Knight First Amendment Institute.

[13] Barrett, P. M., J. Hendrix, y J. G. Sims. 2021. “Fueling the Fire: How Social Media Intensifies U.S. Political Polarization and What Can Be Done about It.” Center for Business and Human Rights, Stern School of Business, New York University.

[14] 7amleh (Centro Árabe para el Avance de las Redes Sociales). 2023. “An Analysis of the Israeli Inciteful Speech against the Village of Huwara on Twitter.”

[15] Moskalenko, S. 2023. “What Are the Solutions to Political Polarization?Greater Good Magazine, Greater Good Science Center, University of California.

[16] Equipo editorial de Psico-smart. 2024. The Role of Technology in Conflict Mediation: Exploring Digital Tools and Platforms.” Psico-smart Blog.

[17] Stray, J., R. Iyer, y H. Puig Larrauri. 2023. “The Algorithmic Management of Polarization and Violence on Social Media.” Knight First Amendment Institute

[18] Barrett, P. M., J. Hendrix, y J. G. Sims. 2021. “Fueling the Fire: How Social Media Intensifies U.S. Political Polarization and What Can Be Done about It.” Center for Business and Human Rights, Stern School of Business, New York University.

Esta es una versión traducida del artículo publicado originalmente en inglés.

Fotografía

Metáfora visual sobre la desinformación y la polarización en el entorno digital. Autor: Evan Huang (Shutterstock).