Stephanie Williams ejerció como alta funcionaria de Naciones Unidas entre 2018 y 2022 y su último cargo fue el de Asesora Especial del Secretario General de la ONU para Libia.
En esta conversación reflexiona sobre cómo la desinformación y la manipulación digital han marcado uno de los procesos de mediación internacional más complejos de los últimos años. A partir de su responsabilidad al frente de la misión de paz de la ONU en Libia, Williams describe cómo el discurso de odio online, el uso de la desinformación y la injerencia extranjera no sólo agudizaron las divisiones sobre el terreno, sino que también pusieron directamente en peligro a las mujeres negociadoras y constructoras de paz.
También explica cómo la misión de la ONU respondió a la violencia digital con colaboración directa con las plataformas de redes sociales y la celebración de diálogos en línea. Una experiencia recogida en su libro: Libya Since Qaddafi: Chaos and the Search for Peace.
¿Cuál era el contexto político y social de Libia cuando usted llega al país como mediadora de Naciones Unidas?
Libia emergió tras 42 años de régimen autoritario en 2011, cuando Muamar el Gadafi fue destituido como consecuencia de una revuelta popular. Durante las cuatro décadas de su régimen caprichoso y violento, el Gobierno controlaba estrictamente la información. No había libertad de expresión, palabra o reunión. Tras el derribo de Gadafi, la población pasó de una libertad de expresión nula a una libertad total, sin restricciones. Naturalmente, fue una transformación maravillosa, puesto que la población libia finalmente encontró su voz propia: surgieron muchos medios de comunicación, emisoras de radio, periódicos y canales de televisión.
Durante la Primavera Árabe, en la que Libia jugó un papel determinante, las revueltas se organizaron en gran medida a través de Internet. Yo me encontraba al otro lado del mundo árabe, en la pequeña nación insular de Baréin, donde las redes sociales también impulsaron un breve levantamiento. Por lo general, durante este período tumultuoso en la región, Internet se convirtió en un motor enorme de movilización. Lo mismo ocurrió en Libia, y la tendencia continuó tras el derribo de Gadafi, mayoritariamente por bien, pero en algunos casos también por mal, ya que cualquiera podía crear y editar noticias, o formar opiniones.
¿Cómo cambiaron las redes sociales la dinámica del conflicto en Libia?
Las redes sociales se convirtieron en un arma de doble filo a medida que evolucionaba el conflicto. La plataforma que más prosperó, y sigue prosperando, es Facebook. En Libia existen más cuentas de Facebook que personas. Tras la destitución de Gadafi, las cosas no salieron como se esperaba: el país empezó a fracturarse y luego cayó en un conflicto armado. Hay muchas razones que explican ese deterioro, pero una de ellas fue el uso de las redes sociales para dividir a la población e incitar a la violencia mediante el discurso del odio.
Después Libia vivió dos guerras civiles: una en 2014 y otra en 2019-2020, la que yo presencié. En esta última, parecía a menudo que el conflicto se manifestaba tanto en Internet como en el campo de batalla físico, con una retórica polarizante y discurso de odio y «alteridad». La deshumanización de «enemigo» nos dificultó inmensamente la promoción del diálogo como misión de Naciones Unidas. Desde nuestra posición, nos pronunciamos enérgicamente contra el discurso de odio e intentamos colaborar con varios medios de comunicación. Reunimos a algunos de los principales influencers para animarlos a moderar su tono, con resultados diferentes, pero no pudimos reunir en una misma sala personalidades mediáticas de bandos opuestos porque el conflicto sobre el terreno era demasiado intenso.
En ese momento, cuando ejercía el cargo de mediadora principal de Naciones Unidas es cuando la violencia digital fue más peligrosa.
Las redes sociales se convirtieron en un arma de doble filo en Libia. Durante el conflicto se utilizaron para dividir a la población e incitar a la violencia con discursos de odio
¿Qué otros obstáculos se encontraron en materia de desinformación?
Un gran obstáculo fue la injerencia externa. La mayoría de los observadores son conscientes de que algunos países desplegaron mercenarios y suministraron armas en flagrante violación del embargo de armas de la ONU, pero también es cierto que ciertas capitales extranjeras emplearon ejércitos electrónicos y coordinaron campañas de desinformación. Por ejemplo, cuando el general Haftar lanzó su ataque sorpresa contra Trípoli en abril de 2019, hubo un importante componente de (des)información asociado al mismo para hacer que su ataque pareciera un hecho consumado, cuando en realidad se enfrentó a una fuerte resistencia.
Tras el cese de las hostilidades y el alto el fuego, este último mediado por mí en octubre de 2020, pasamos a las conversaciones políticas bajo los auspicios del Proceso de Berlín, respaldado internacionalmente. Fue durante las conversaciones políticas cuando vimos el daño más inmediato y personal causado por la desinformación y el discurso de odio. Las mujeres que participaban, en particular, se convirtieron en el principal objetivo de los abusos en línea, la difamación y la intimidación.
De hecho, la violencia contra las mujeres en Libia ya se había manifestado previamente.
Antes de 2019 activistas, políticas y parlamentarias libias prominentes ya fueron señaladas. Salwa Bugaighis, activista destacada por los derechos humanos, fue asesinada en 2014 en Bengasi, durante las elecciones parlamentarias. La legisladora Fariha Berkawi también fue asesinada en Derna, el verano del mismo año. En julio de 2019, en pleno auge de la guerra civil, Seham Sergiwa, diputada de Bengasi, fue víctima de desaparición forzada. Era muy valiente y había criticado abiertamente el uso de la fuerza militar. Una noche, después de expresar en la televisión lo que yo calificaría de críticas moderadas hacia las fuerzas del general Haftar, unos hombres enmascarados irrumpieron en su casa y la secuestraron. Nunca más se le ha vuelto a ver.
Así que ya existía un ambiente de temor. Por eso, en noviembre de 2020, cuando iniciamos las conversaciones políticas, reunimos a todos los participantes fuera del país -entre ellos 17 mujeres-, porque las condiciones en Libia eran demasiado delicadas. Naturalmente, las participantes femeninas estaban preocupadas por su seguridad.
¿Cómo se produjeron los ataques contra las mujeres a nivel digital?
Las mujeres empezaron a ser blanco de ataques en Facebook. Todo empezó con la creación de páginas falsas con el objetivo no sólo de avergonzarlas públicamente por su participación política, sino también de intimidarlas, a ellas ya sus familias.
Una de las medidas que tomamos para contrarrestar ese fenómeno fue establecer una relación de confianza con Facebook. Para entonces, era bien sabido que la desinformación había contribuido a agravar los conflictos —por ejemplo, en Myanmar—, con lo cual Facebook se mostró sensible hacia el problema. Libia no era un mercado muy grande para la empresa —sólo siete millones de personas—, pero Facebook era consciente de las implicaciones negativas de su falta de actuación en otros casos, por lo que, cuando señalamos estas cuentas falsas, las eliminaron en menos de 24 horas. Esto nos permitió mantener a las mujeres en la sala de negociación.
Las mujeres se convirtieron en el principal objetivo de los abusos en línea, la difamación y la intimidación a través de la creación de páginas falsas
Sin embargo, mientras llevábamos a cabo la mediación política, en noviembre del 2020, otra activista de Bengasi, Hanan al Barassi, fue tiroteada a plena luz del día para hablar en las redes sociales sobre los hijos del general Haftar. Era un entorno peligroso para las mujeres. Al final, perdimos a una mujer del diálogo político, porque se retiró. Era del este de Libia. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones sobre lo que la motivó a marcharse. Mi función no consistía en cuestionarla: era evidente que todas estas mujeres estaban sometidas a una terrible presión. La violencia digital directa generó miedo entre las participantes en el diálogo político.
¿Hubo también desinformación coordinada dirigida a la propia mediación de la ONU?
Durante la primera ronda de nuestras negociaciones políticas, se llevó a cabo una amplia campaña de desinformación, cuyos orígenes e impacto desconocíamos en ese momento. Veíamos muchas cosas en las redes sociales, pero no entendíamos de dónde provenían.
No fue hasta un mes después de esa ronda de conversaciones cuando comprendimos lo sucedido. Un estudio del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford reveló que la Agencia de Investigación de Internet del antiguo director ruso de la empresa Wagner, Yevgeny Prigozhin, en coordinación con ejércitos electrónicos de la región de Oriente Próximo, llevó a cabo una campaña masiva de desinformación contra la mediación de la ONU en Libia.
Yo fui directamente acosada por Prigozhin. Como describo en mi libro, el incidente más grave ocurrió en enero de 2022 de visita en Moscú. El director ruso – o un doble suyo – se presentó en mi hotel con un grupo de emisarios y me siguió hasta el ascensor. No nos dimos cuenta de la operación hasta que al día siguiente se publicaron unas fotos en Internet para relatar una historia falsa de que yo había hecho un trato con Prigozhin. Yo todavía estaba en Moscú cuando salió la noticia y fue realmente intimidante para mí y para mi equipo, dado lo que sabíamos sobre su brutalidad. La ONU en Libia ya había sido víctima de ataques violentos; tres trabajadores fueron asesinados en Bengasi el 2019 en circunstancias que siguen siendo muy turbias.
El Observatorio de la Universidad de Stanford señaló que lo que ocurría en Libia formaba parte de un patrón general que también se había producido en Siria y Sudán. El estudio motivó a Facebook a eliminar cientos de páginas relacionadas con la operación.
¿Qué tecnologías promovieron más la violencia digital?
Creo que por ahora ya ha quedado demostrado que las campañas de desinformación, el uso de algoritmos y la manipulación de las redes sociales fueron factores determinantes, por ejemplo, en el Brexit o en las elecciones norteamericanas de 2016. Por tanto, no debería sorprender que, básicamente, algunas de las mismas fuerzas, o similares, aplicaran los mismos métodos en el contexto libio.
Rusia tenía un gran interés en Libia y daba pleno apoyo a una de las partes en conflicto: ya habían suministrado armas y mercenarios a Haftar. Les interesaba conseguir un resultado que no pusiera en peligro su posición o intereses sobre el terreno en Libia y, en general, en el continente africano. No fue una gran sorpresa, pero el descubrimiento reforzó nuestro compromiso y nuestro enfoque —o al menos mi enfoque— de que la única forma de combatir esto era ser completamente transparentes sobre el proceso de mediación y el objetivo final, con el fin de tranquilizar a la población libia.
Para combatir la desinformación, necesitábamos que el proceso de mediación fuera completamente transparente, que la población libia pudiera observar lo que ocurría en las salas de negociación
En los algoritmos se puede ver cómo la gente se adentra en estos laberintos y se cree todo tipo de teorías conspiratorias. Cuando la principal fuente de información son las redes sociales y se vive en una cámara de resonancia, es muy difícil llegar a las personas. En algún momento se convierte en un rasgo identitario: se crea una nueva identidad, o una identidad añadida, complementaria a la identidad fuera de línea. Los teléfonos, ordenadores y cualquier tecnología que haya permitido el desarrollo de las redes sociales se han convertido en armas por ambos bandos en conflicto.
¿En qué se tradujo su voluntad de transparencia en la estrategia de mediación?
El mejor desinfectante es la luz del sol, ¿verdad? Basta con iluminar lo que se está haciendo con la luz del sol, porque si no se está abierto y transparente, y se está a la ofensiva, en lugar de la defensiva, no se está respondiendo. Por tanto, necesitábamos ser mucho más transparentes y fuimos teniendo cada vez más compromiso con una transparencia más radical.
Tuvimos una conversación bastante complicada en el contexto de Naciones Unidas, porque – y lo respeto- hay mucha cautela. Pero sentí que el entorno de las redes sociales en Libia, incluida la injerencia extranjera, era tan agresivo que, si no estábamos allí, otros contarían la historia, y no sería la correcta.
En este contexto organizamos diálogos digitales, principalmente con jóvenes, para refutar las narrativas falsas en las redes sociales. Llevamos a cabo cinco diálogos en cinco meses, y también realizamos encuestas para demostrar cuál era la opinión de los jóvenes sobre temas clave: elecciones, reforma económica, desarme de las milicias y derechos humanos. Pudimos utilizarlo para contrarrestar discursos del tipo «ya sabes, no se pueden celebrar elecciones en Libia y eso es cosa de los Hermanos Musulmanes».
A través de los diálogos digitales, constatamos rápidamente que la gran mayoría de la población quería elecciones, un cambio en el statu quo, una mayor transparencia en la gestión de los ingresos petroleros, rendición de cuentas por las violaciones de los derechos humanos y justicia transicional. Y todo esto sucedía en directo, en árabe, y no podía ser rastreado por los «Grandes Hermanos» -servicio de inteligencia- que estaban online.
Estos diálogos se hicieron muy populares y se convirtieron en tendencia. Utilizábamos el humor, para llegar al público joven, y la gente se dio cuenta de que sus opiniones podían ser escuchadas.
¿La transparencia también fue una característica de las negociaciones políticas?
En febrero de 2021, en nuestro segundo diálogo político, decidí retransmitir la mayor parte del mismo en directo. Era el momento postpandemia y cuando se celebraron los diálogos la gente todavía sufría las secuelas de la COVID y sus efectos psicológicos, y era aún más importante mantener la máxima transparencia en la sala, que la población libia pudiera observar lo que sucedía, ya fuera la votación o las entrevistas a los candidatos para el gobierno de unidad.
Esa experiencia me confirmó que cualquier proceso político o de paz debe ser inclusivo. Por supuesto, la preferencia de muchos países –y de la clase dirigente en Libia– es mantener las negociaciones a puerta cerrada. Se reúnen cinco o tres hombres en una sala llena de humo, y se llega a un acuerdo, ¿no es así? Pero yo creía, y sigo creyendo que, en lugares como Libia, cuanto más inclusiva sea la paz, más probabilidades tendrá de consolidarse, o de tener la oportunidad de hacerlo. Y, en cambio, cuanto más se convierta en un simple reparto del pastel, o en un acuerdo para compartir el poder, más probabilidades habrá de que vuelva a degenerar en violencia.
Todo proceso de paz debe ser inclusivo. Es necesaria más participación de las mujeres, la juventud y la sociedad civil. Cuanto más inclusiva sea la paz, más probabilidades tendrá de consolidarse
Es necesaria más inclusión de las mujeres, de la juventud y de la sociedad civil, así como de los y las representantes de los grupos vulnerables, ya sean diferentes grupos étnicos o tribus.
En este contexto de violencia digital, ¿hay lugar para la esperanza?
Mi sensación es más de preocupación que optimismo. Durante la Primavera Árabe, por ejemplo, las redes sociales fueron un gran motor de movilización, pero cuando una tecnología comienza a utilizarse de forma positiva, llegan otras influencias para sabotearla y manipularla.
Las instituciones tradicionales, ya sean gobiernos elegidos democráticamente o las Naciones Unidas, siempre están en desventaja, intentan mantenerse al día con la tecnología que cambia rápidamente. Ahora presenciamos el uso de noticias falsas, incluso por parte de líderes mundiales destacados como el presidente Trump, normalizando la desinformación.
Mi pregunta es: si los británicos hubieran sabido cómo se estaba manipulando la campaña del Brexit en Internet, ¿habrían tomado las mismas decisiones? Los gobiernos elegidos democráticamente y las instituciones responsables suelen actuar con cautela. Siempre serán vulnerables, puesto que las fuerzas malignas irán un paso por delante y estarán dispuestas a utilizar las mismas herramientas sin ética. Para ellos no existe la moralidad, no existe el bien común.
Debemos concienciar a las personas sobre cómo y por qué son objeto de manipulación en Internet.
Esta entrevista ha sido traducida del original, en inglés.
Fotografía
La representante especial en funciones del Secretario General de Naciones Unidas, Stephanie Williams, informa a la prensa durante la cuarta ronda de la Comisión Militar Conjunta Libia 5+5, Palacio de las Naciones. 21 de octubre de 2020. Autoría Violaine Martin (ONU).