Feminismo Pacifista

Entrevista a Adilia Caravaca, presidenta de WILPF

Adilia Caravaca, abogada costarricense, tiene una larga trayectoria como activista por la paz.

Adilia Caravaca, abogada costarricense, tiene una larga trayectoria como activista por la paz. Ha trabajado en numerosas organizaciones sociales de América Latina, principalmente en los campos del desarrollo social, derechos humanos, derechos de los pueblos indígenas, resolución de conflictos y seguridad alimentaria. Actualmente preside la Women’s International League for Peace and Freedom (WILPF, Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad), recientemente galardonada con el Premio ICIP Constructores de Paz 2014 por su trayectoria centenaria en el trabajo de mujeres por la paz y el desarme. En esta entrevista, Adilia Caravaca hace balance de los 100 años de WILPF y reflexiona, desde una visión de género, sobre los retos actuales en el camino hacia la paz.

En primer lugar, felicidades por el Premio ICIP. Un galardón que reconoce, nada más y nada menos, cien años de lucha de mujeres por la paz y el desarme. Se puede sentir muy orgullosa de esta trayectoria centenaria…

Por supuesto, estamos muy complacidas y agradecidas. Sobre todo en esta época muy complicada, donde las guerras siguen y a veces tenemos la sensación de que no avanzamos, que de repente te den un reconocimiento es un estímulo para todas nuestras miembras de todo el mundo.

WILPF cumplirá cien años en 2015. De toda esa larga trayectoria, de los hitos históricos que ha conseguido la organización, ¿de qué se siente más satisfecha?

Hay que recordar que cuando WILPF empieza en 1915 todavía en muchos lugares del mundo las mujeres no tenían el derecho al voto y hubo una resolución importante en este sentido. También en el periodo de entreguerras muchas de nuestras miembras participaron activamente por los derechos civiles, principalmente en Estados Unidos. Por ejemplo, dos Premio Nobel de la Paz norteamericanas, Jane Adams y Emily Green, estuvieron muy involucradas. Esta también fue una lucha sumamente importante. No pretendemos aprovecharnos de sus méritos, pero es muy cierto que muchísimas de nuestras miembras estuvieron en estas luchas sociales, en las marchas desde Alabama a Washington de Martin Luther King… allí estaban las mujeres de la WILPF.

A lo largo del siglo XX, el protagonismo y el compromiso de las mujeres en la causa de paz se ha visualizado en numerosas iniciativas (grupos cómo las Mujeres de Negro, Madres de la Plaza de Mayo, Madres de El Salvador, Ruta Pacífica de las Mujeres en Colombia, Bat Shalom en Palestina, grupos de mujeres en Irlanda del Norte…). Sin embargo, esta intensa actividad a nivel de la sociedad civil no ha sido siempre capaz de incidir en los gobiernos, en las esferas de poder. ¿A qué cree que es debido?

Creo que lo podríamos atribuir a la cultura dominante patriarcal, que hace muy difícil cambiar discursos. Incluso cuando las mujeres han conseguido llegar al poder lo han hecho muy a menudo asumiendo roles que no se desmarcan de los discursos y las estructuras patriarcales tradicionales. La lucha por otra forma de ejercer el poder y por promover nuevas formas de organización todavía es una tarea pendiente. Hay esfuerzos e iniciativas importantes, por ejemplo la participación de las mujeres entre los zapatistas en México, pero aún falta tener un mayor consenso, buscar una plataforma política dirigida por mujeres –con el concurso también de hombres- que plantee cuestiones programáticas sustanciales sobre cómo se ejerce el poder y para qué.

¿Y eso cómo se consigue? ¿Falta voluntad política en este sentido?

No solo voluntad política, porque no podemos esperar la voluntad de quienes están en el poder y no han comprendido esa necesidad. Falta más organización política de quienes queremos los cambios, de todos los sectores sociales que comparten con los grupos de mujeres cuestiones de fondo. Necesitamos articular a los distintos movimientos sociales (movimientos de pueblos indígenas, por la tierra, por la seguridad alimentaria, etc.) para promover una agenda política que nos incluya. Muchas veces las mujeres apoyamos estas luchas sociales pero muy a menudo, también, cuando las mujeres nos movilizamos– particularmente todo el movimiento contra la violencia de género – no vemos ese mismo apoyo y solidaridad por parte de otros movimientos sociales. Dentro del movimiento de paz en general no hay ese reflejo de decir: ‘eso tiene que ver con nosotros’. Los distintos movimientos todavía se movilizan por separado (el 21 de septiembre, Día Internacional de la Paz; el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, etc.). Hay una agenda pendiente de mayor articulación y solidaridad, hay que unir esfuerzos.

La lucha por otra forma de ejercer el poder y por promover nuevas formas de organización todavía es una tarea pendiente

WILPF tuvo un papel muy importante en la aprobación de la resolución 1325 de Naciones Unidas, que reconoce la aportación de las mujeres en la construcción de la paz. La resolución cumplirá 15 años el 2015. ¿Qué balance hace de su aplicación? ¿Ha sido efectiva?

Aquí sí que no ha habido voluntad política de quienes tienen capacidad de decisión. Siempre ha requerido un gran esfuerzo por parte de las mujeres mismas el hecho de lograr los espacios en las discusiones y en las mesas de negociación. ¡Cómo que no se tomó en serio! Se aprobó la resolución, pero están tan acostumbrados a dejar a las mujeres al margen que cuesta tanto, ¿verdad? Lo hemos visto en el proceso negociador de Siria, en Colombia, etc.

¿Qué llamamiento haría a la comunidad internacional para revertir esta situación?

Ya estamos monitoreando esto, estamos pidiendo que esto sea una constante en la rendición de cuentas ante Naciones Unidas y en los distintos comités de derechos humanos. Pero también el sector no gubernamental, como los medios de comunicación, juega un papel muy importante de recordar y crear responsabilidades. Es un tema de derechos, tienen que cumplir con las normas y es importante que las mujeres nos mantengamos eficientes en este sentido.

WILPF lleva a cabo un trabajo de activismo, de acción y de incidencia en la toma de decisiones, trabajo de lobby. ¿En cuál de estas esferas se suman más victorias?

A lo largo de los años, un logro importante ha sido tratar de incidir y cambiar cierta narrativa en Naciones Unidas –en particular en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Derechos Humanos-, donde se ha hecho un trabajo sistemático. Conseguir que muchas mujeres, especialmente en zonas de conflictos armados, puedan hacer llegar sus voces y demandas a diferentes agencias de Naciones Unidas ha sido un paso. Ha habido una incidencia importante como organización a nivel de agentes internacionales pero ésta es una tarea permanente. A nivel de movilizaciones sociales, ha habido logros en campañas nacionales, por ejemplo en el campo del Tratado Sobre Comercio de Armas o en la campaña para abolir las armas nucleares. Nuestro programa de desarme (“Reaching Critical Will”) ha sido muy constante en informar y estar presente en los comités.

La resolución 1325 no se ha tomado en serio. No ha habido voluntad política por garantizar la participación de las mujeres en los espacios de negociación

El desarme es uno de los ejes de trabajo de WILPF. Ustedes abogan por pasar de una economía de guerra a una economía de paz, donde la seguridad del Estado se base en los derechos humanos y no en las armas. Puede parecer utópico, ¿no?

Esto fue una de las primeras resoluciones de la organización y lo queremos reafirmar en nuestro 100 aniversario. Debemos tener utopías si se quiere avanzar. La economía de guerra es sumamente poderosa y la ideología que la respalda también es muy fuerte, con intereses económicos enormes. Así que la acusación, si se quiere llamar así, de que seamos utópicas no puede llevarnos a ceder o a disminuir el esfuerzo para que se logre el desarme. Siglos atrás, las luchas por la abolición de la esclavitud o por la igualdad de derechos de las mujeres también parecieron utópicas y se consiguió llegar a esas metas que parecían imposibles.

¿Y a qué nivel se está avanzando?

Hay avances a nivel de concienciación, sobre la inutilidad de las armas para lograr la paz y la amenaza que significan para la supervivencia del planeta y de la humanidad. Ya no es un asunto de una clase o una raza contra otra, es una cuestión de sobrevivencia. Aunque sea lento, yo quisiera mantener la esperanza de que se avance hacia una conciencia diferente. Mantener la utopía, o como se le quiera llamar, nos moviliza a seguir luchando, aunque los resultados a corto plazo se vean escasos o limitados. Pero de ninguna manera esto nos va a amedrentar.

Debemos tener utopías si se quiere avanzar, aunque los resultados a corto plazo se vean escasos o limitados. No podemos ceder en el esfuerzo para que se logre el desarme

Al recibir el premio ICIP, usted dijo que el camino hacia la paz continua siendo difícil. ¿Cuáles son los retos pendientes?

No quiero sonar tan fatalista, porque hemos logrado avances importantes. Ahora hay mucha más gente involucrada en el trabajo por la paz, hay estudios por la paz, hay muchísimas organizaciones que trabajan por la paz y los derechos humanos… Pero aunque hay menos guerras son muy intensas. A lo que hay que sumar la calidad de los armamentos, el uso de los drones, la proporción de lo que llaman “daños colaterales”… las muertes de población civil en estos ataques es tremenda y desproporcionada. En el campo del respeto a los derechos humanos, por ejemplo, a veces vemos avances y de repente tenemos una situación como la que está ocurriendo otra vez en México, donde volvemos a ver la desaparición de estudiantes y la aparición de fosas y torturas, y esas cosas alarman mucho. Aún hay muchos retos: ¿cómo convencer a la gente que tiene poder -donde están las grandes hegemonías militares- de lo nocivas e inútiles que son estas guerras acrecentadas que se están dando? Y sobre todo, cambiar mentalidades y hacer rendir cuentas a los políticos: que nadie quede exento de la justicia internacional, porque hay un problema de responsabilidades. ¿Cómo una industria tan destructiva, como la industria de guerra – que ellos llaman de seguridad- crece mientras se dejan desatendidas tantas necesidades humanas en las cuales podría florecer una economía importantísima?

Fototografia: Adilia Caravaca

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