Violencias fuera de contextos bélicos

Movimientos sociales contra violencias que no se quieren ver

Llevo media vida, toda la académica, hablando de violencia estructural a personas que en la mayoría de los casos nunca antes han escuchado este concepto y tampoco han pensado en aquello que quiere ser visibilizado, analizado, divulgado con este término. Una vez explicado, parece que se entiende, otra cosa será si se comparte o se asume. La primera vez que empecé a explicarlo fue como respuesta a preguntas relacionadas con una movilización social. La violencia que aparece en una movilización acostumbra a ser muy fácil de identificar y denunciar.  Las personas que se movilizan son en demasiadas ocasiones, los otros, las otras, y siempre es más fácil ver como violencia lo que hacen aquellas personas que no son como nosotras, que no somos nosotras.

Los medios de comunicación, gobiernos, representantes políticos y sociedad en general identifican fácilmente la violencia física o contra los objetos. Si un contenedor quema, si se arrojan objetos contra la policía, si se rompen vidrios, si hay pillaje, si hay enfrentamientos cuerpo a cuerpo… Si pasa algo de todo esto, las críticas son cuantiosas, se fundamentan rápidamente en el supuesto carácter violento de las personas movilizadas. Se toma una parte por el todo y se puede cuestionar la movilización en su conjunto. Lo acostumbra a hacer quien no comparte los motivos de las movilizaciones. Pero incluso personas que pueden compartirlos, y participar en ellas, acostumbran a estar especialmente sensibilizadas ante estas violencias y tener más dificultades para ser conscientes de otras.

Pero el objetivo de este artículo no es analizar la violencia que puede aparecer en las movilizaciones sociales, que es un asunto importante. Lo que se busca es analizar otra de sus aportaciones: las violencias que éstas identifican y que intentan reducir o eliminar. La paradoja es de grandes dimensiones. Hay movimientos sociales que surgen para denunciar violencias existentes, reducirlas, eliminarlas, y son denunciados por ejercer la violencia. Es una constante. No hace muchos años, un periodista de la televisión pública española me entrevistaba para un reportaje sobre movilizaciones que usaban la desobediencia civil noviolenta. Después de insistir con preguntas orientadas a identificar como violencia algunas acciones como desmontar la barrera de un peaje u otras por el estilo me repreguntó diciendo: ¿Pero no cumplir la ley no es ya un acto de violencia?

La construcción hegemónica de la violencia

Si definimos la violencia de esta manera, como todo acto que no cumpla con la ley, estamos ampliando el concepto de violencia incorporando toda actuación que esté fuera de la ley más allá de cómo se desarrolle. Hay una tendencia en muchas sociedades a identificar como violencia todo aquello que no se acepta. Cuesta mucho pensar que el marco legal, las administraciones públicas, las empresas, pueden ejercer violencia. Son muy pocas las ocasiones en las que, desde el poder – político, institucional, económico – se asume esta realidad. Hay movimientos que surgen para denunciar esta realidad y cambiarla.

Siempre cuesta más de ver otras de las violencias existentes, aquellas contra las que se pueden estar movilizando los movimientos sociales, por ejemplo. No se trata de cuestionar unas violencias con otras, de justificar unas por otras, se trata de ser conscientes de lo poco que cuesta ver y denunciar unas violencias y lo difícil que es ver y denunciar otras violencias. En nuestra sociedad la violencia acostumbra a generar rechazo, el problema es qué entendemos por violencia y qué no.

¿En cuántos países, también en aquellos que se presentan como democracias, las personas y colectivos que se movilizan para reivindicar derechos y justicias ponen en riesgo sus vidas? ¿Cuántas sociedades que se presentan y son consideradas internacionalmente como democracias sufren altos índices de violencias de diferentes tipos? ¿Cuánto racismo cotidiano (exclusiones, discriminaciones, desigualdades) se sufre incluso en sociedades que se consideran que no tienen ningún problema con el racismo? ¿Cuánta exclusión social sufren los sectores menos favorecidos (incluso en sociedades que se consideran “desarrolladas” y “ricas”) en su acceso a la salud, la educación, la vivienda…? ¿Cuánto hemos tardado y tardaremos en ser conscientes y actuar coherentemente ante las violencias contra la naturaleza, contra la vida, que nos han llevado a estar en situación de emergencia climática? ¿Cuánto hemos tardado y tardaremos en ser conscientes de que la movilización social construye paz denunciando violencias que son invisibilizadas o de las que todavía no hay una gran consciencia social?

No se trata de cuestionar unas violencias con otras, de justificar unas por otras, se trata de ser conscientes de lo poco que cuesta ver y denunciar unas violencias y lo difícil que es ver y denunciar otras

Existe una construcción hegemónica de lo que consideramos violencia. Es decir, hay un conjunto de ideas dominantes, mayoritarias, que establecen lo que es violencia, lo que genera mayor, menor o ningún rechazo. Unas ideas que se han convertido en establecidos y dominantes mediante un proceso que, más allá de posibles imposiciones, han sido asumidas por una parte importante de la población como sentido común. Un sentido común que no responde más que a aquello que se ha ido pensando, de lo que se ha ido hablando, lo que aparece en los medios, en las intervenciones políticas, en las conversaciones en el centro de trabajo, de estudio, con la familia, con las amistades… Un sentido común que parece sensato, coherente, racional, pero que siempre es una construcción que responde a algunas ideas dominantes y acostumbra a dejar fuera otras maneras de ver, de pensar o de actuar.

Son muchos los movimientos sociales que podemos analizar para verlo, también lo podríamos hacer en diferentes momentos históricos y lugares…, pero señalaría ahora dos que nos ofrecen diferentes características: el movimiento feminista y el del derecho a la vivienda. Son movimientos que podemos encontrar a lo largo de la historia y en el presente. Movimientos que, como acostumbra a pasar, nacen en los márgenes y pueden conseguir llegar a la centralidad de sus sociedades. Movimientos que, como acostumbra a pasar en todos aquellos que quieren transformar cultural y políticamente su sociedad, buscan convencer y acostumbran a ser mayormente noviolentos. Movimientos que se han desarrollado en sociedades con índices elevados de diferentes tipos de violencias y también en sociedades que se (auto)consideran no violentas, democráticas. Sociedades con tan buen concepto de sí mismas que se ven como si hubieran superado las violencias.

El movimiento feminista y el movimiento por el derecho a la vivienda, como otros movimientos, surgen para denunciar violencias existentes en nuestras sociedades. Violencias de diferentes tipos que no son asumidas como tales en muchos casos. Estamos ante violencias negadas, ocultadas, justificadas.

Los movimientos sociales denunciando violencias

Los movimientos sociales acostumbran a estar fuera de las maneras mayoritarias de ver, de pensar, de actuar. La mayoría de los movimientos sociales surgen o han surgido como una minoría, como respuesta a algo dominante o mayoritario que querían cambiar. Sin embargo, los movimientos sociales pueden llegar a ser de masas, incluso mayoritarios en el apoyo a sus ideas o reivindicaciones. Pueden cambiar su sociedad, sus políticas, sus poderes, sus ideas, sus valores, su cultura… Pueden poner en crisis la hegemonía de su sociedad, incluso cambiarla.

Por ejemplo: ¿por qué se ha tendido mayoritariamente a pensar que es violencia romper un cristal de una tienda y por qué no se ha considerado violencia que las mujeres no tuvieran los mismos derechos que los hombres o que sufrieran una constante violencia patriarcal? Dentro del movimiento feminista sufragista del siglo XIX hubo quien consideró una opción de movilización social la rotura de escaparates. Las feministas y sufragistas no empezaron a ser mal vistas por estos actos, lo estaban ya anteriormente por sus ideas y propuestas. Éstas eran minoritarias, se enfrentaban a la hegemonía dominante, eran peligrosas, contrahegemónicas. Pero este tipo de comportamientos las presentó además como violentas. En cambio, muy poco o nada se hablaba de la violencia que podía significar el dominio patriarcal sobre las mujeres. ¿Cuándo se ha empezado a hablar de la violencia física, sexual, contra las mujeres? ¿Cuándo se ha empezado a hablar de la violencia patriarcal? Una violencia aceptada y justificada socialmente durante siglos, todavía hoy en demasiados lugares y cabezas. Una violencia aceptada y justificada como la que podían sufrir otros sectores de nuestras sociedades. Una violencia que incluso ha sido considerada o es considerada como “necesaria” por cómo son las mujeres.

El movimiento feminista y el movimiento por el derecho a la vivienda surgen para denunciar violencias que no son asumidas como tales. Estamos ante violencias negadas, ocultadas, justificadas

El feminismo es un movimiento social de larga trayectoria que podemos estudiar por su emergencia a partir de diferentes olas. Podemos pensar en la que se vivió a finales del XIX y principios del XX, cómo quebró la hegemonía dominante, cómo hizo visibles e inaceptables determinadas violencias, pero también en la ola actual. Podemos pensar en cómo el feminismo se ha implicado en la superación de otras violencias y en la construcción de paz en conflictos armados, pero también en sociedades con demasiadas violencias silenciadas o invisibilizadas. Hay violencias, demasiadas, que en todo tipo de sociedades continúan presentes. Continúa habiendo mucho trabajo por hacer, por eso el movimiento continúa[1].

El movimiento por el derecho a la vivienda tiene también una larga trayectoria, aunque no una identidad tan marcada como el feminismo. En su fase actual ha surgido con fuerza vinculado a las crisis vividas en el siglo XXI y relacionadas con la economía y la deuda. En España, una sociedad en la que no había conciencia de que existiera una violencia estructural relacionada con el acceso a la vivienda, ha tenido lugar una de las movilizaciones más importantes por su volumen, su duración y su capacidad de incidencia. La Constitución española reconoce el derecho a la vivienda, pero nunca se ha desarrollado la ley que garantice este derecho[2].

La crisis económica iniciada en 2008 tuvo diferentes consecuencias y derivadas. Una de ellas tenía y tiene que ver con las personas que durante la etapa de gran crecimiento económico en España (1997-2007) se habían hipotecado para adquirir una vivienda. A partir de 2009 empezaron los grandes y numerosos problemas para poder pagar esos préstamos. La crisis se agudizó y afectó también a las personas que vivían de alquiler. Todavía hoy esta crisis está activa, ha enlazado con la asociada a la pandemia, y muchas personas sufren por no poder pagar su hogar, tienen que abandonarla o son desahuciadas.

En 2009 nació un colectivo en Barcelona, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que al cabo de pocos años llegaba a estar presente en más de 200 localidades de toda España. La PAH surgió con la voluntad de garantizar el derecho a la vivienda y su buen hacer y la movilización social del 15M a partir de 2011 le llevó a esa gran expansión. La PAH siempre ha optado por un repertorio de movilización social noviolento. Ha buscado la innovación para evitar caer en acciones que consideraban poco útiles. Por ejemplo, en sus trece años de vida ha organizado muy pocas manifestaciones. Ha optado mayormente por concentraciones en oficinas bancarías para reivindicar condonaciones de deudas o alquileres sociales, bloqueos con sus cuerpos para parar desahucios, o acciones de denuncia de personas parlamentarias que no estaban dispuestas a votar sus propuestas de ley. No han practicado la violencia contra las personas o los objetos, pero en algunos intentos para parar desahucios han existido cargas policiales. Hay quien ha querido presentar a la PAH como una organización violenta, incluso se la ha identificado con el nazismo por la denuncia de aquellas personas parlamentarias que no estaban dispuestas a apoyar una posible ley que buscara cambiar una ley hipotecaría muy lesiva para quien está en dificultades para pagar, al perder el piso y quedarse con la deuda por pagar.

Los movimientos sociales contribuyen decisivamente a tomar conciencia de violencias que no eran percibidas, aunque sí fueran sufridas o causadas

Por lo contrario, en el debate político-institucional o mediático se ha hablado muy poco de la violencia que supone no garantizar el derecho a la vivienda o el expulsar de su vivienda a personas a las que no se les ofrecía una alternativa habitacional. Con el añadido de vivir en una sociedad en la que, tras la crisis económica-inmobiliaria, hay una gran cantidad de viviendas no ocupadas que han pasado a estar administradas con participación pública al rescatar con dinero público entidades financieras que eran sus propietarias[3].

El movimiento feminista y el movimiento por el derecho a la vivienda, más allá de logros y fracasos, son responsables de que hoy se hable de violencias de las que antes no se hablaba y de que se trabaje para revertirlas. Estos movimientos sociales, como otros que trabajan en otros ámbitos, construyen paz en todo tipo de sociedades al contribuir a la superación de diferentes violencias, incluso aquellas que son aceptadas, invisibilizadas o no reconocidas.  Nos dejó recientemente bell hooks, quien escribió:

“Hoy en día se habla del problema de la violencia doméstica en tantos círculos, desde los medios de comunicación de masas hasta la educación formal, que normalmente se olvida que fue el movimiento feminista contemporáneo la fuerza que destapó y expuso de manera radical la realidad vigente de este problema. Al principio el enfoque feminista sobre la violencia doméstica solo hablaba de la violencia de los hombres contra las mujeres, pero a medida que la discusión se fue ampliando, se vio que la violencia también estaba presente en las relaciones entre personas del mismo sexo (las mujeres en relaciones con otras mujeres pueden ser víctimas de abuso) y que las niñas y los niños eran también víctimas de la violencia patriarcal adulta.”[4]

Movimientos sociales construyendo paz

Dedicarse a los movimientos sociales en muchos casos es sinónimo de ser llamado en momentos de conflictividad social, altercados o incluso episodios violentos. Hay una tendencia muy extendida a identificar la movilización social con la violencia. Ya se ha intentado explicar algunas de las motivaciones que llevan a ello. Va siendo tiempo ya de cambiar la mirada dominante sobre los movimientos sociales y pasos importantes se han dado, en parte gracias a su mayor apoyo social. El movimiento feminista y el dedicado al derecho a la vivienda han pasado de los márgenes al centro. Esto tiene múltiples implicaciones que también podemos ver en otros movimientos que hayan seguido un proceso parecido.

Al analizar el impacto de los movimientos sociales podemos estudiarlos en diferentes ámbitos. Si pensamos estos impactos en relación con los diferentes tipos de violencias existentes en nuestras sociedades podemos identificar su capacidad para denunciarlas, para frenarlas, para revertirlas, pero no debemos dejar de pensar en su capacidad para generar conciencia. Conciencia en diferentes sectores. Conciencia entre las mismas personas que protagonizan la movilización social que han debido tomar conciencia de esa violencia en algún momento previo. Conciencia en el conjunto de su sociedad. Conciencia en la política institucional, los partidos políticos, los medios de comunicación… Los movimientos sociales, incluso, contribuyen decisivamente a tomar conciencia de violencias que no eran percibidas, aunque sí fueran sufridas o causadas. Es decir, contribuyen a la toma de conciencia de la violencia que se sufre y que se infringe. Otra cosa será lo que es necesario hacer para pasar de la toma de conciencia a los cambios que garanticen la desaparición de esas violencias.

¿Cuánto tardaremos en ser conscientes de que la movilización social construye paz denunciando violencias que son invisibilizadas o de las que todavía no hay una gran consciencia social?

Pensando también en la historia del movimiento por la paz convendría pensar y repensar la relación entre movimientos defensores de diferentes causas, las vinculaciones que tuvieron o no tuvieron, aquello que les une o separa, las dobles militancias, los movimientos de más de una causa, las violencias que se daban en movimientos que podían ser contrarios a la violencia y por la paz. No olvidemos, por ejemplo, el rechazo que generaba el movimiento ecologista por significativos sectores del movimiento antinuclear en los ochenta, o las violencias patriarcales que han existido y pueden existir en movimientos que se dicen liberadores de diferentes opresiones. En la obra de bell hooks hay aportaciones muy interesantes para hacerlo con el feminismo, pero convendría ampliarlo a otros movimientos. La violencia, como la paz, tiene muchas caras, y no siempre se ha sido consciente de ellas. Decía bell hooks: “La lucha feminista contra la violencia contra las mujeres es indispensable que se entienda como parte de un movimiento más amplio que busca acabar con la violencia”[5].

Hay violencias que se ven y otras que no se ven. Hay violencias que se ven y se consideran inaceptables y otras que se ven y se consideran aceptables o que incluso se llegan a calificar de necesarias. El catálogo de violencias “necesarias” es demasiado extenso y nos muestra a lo largo de la historia y el presente cómo han sido y son nuestras sociedades. Hay violencias que no se ven y hay quien se esfuerza en que las veamos.  En todas las épocas hay quien se ha enfrentado a las violencias que existen en nuestras sociedades. En todas las épocas hay quien ha conseguido que algunas de estas violencias se vieran y se intentara reducirlas o eliminarlas. Ahí han estado muchas organizaciones, colectivos y personas, que se han movilizado para conseguirlo, aunque no estuviera bien visto, aunque las criminalizaran o persiguieran por ello. Si nuestras sociedades hoy tienen menos violencia, más paz, que las del pasado es por su dedicación. Conviene estudiarlo, analizarlo, conocerlo, divulgarlo y recordarlo.


[1] Para profundizar sobre las aportaciones del feminismo en la construcción de la paz es interesante consultar el monográfico de la revista Por la Paz del ICIP “Reorientando la seguridad desde el feminismo” (número 39, febrero 2021).

[2] Para atender movilizaciones más allá del caso español se puede consultar: Amanda Tattersall & Kurt Iveson. People power strategies in contemporary housing movements, International Journal of Housing Policy, 2021, y La resistencia a los desahucios en Europa, Rosa Luxemburg, 2016.

[3] Para profundizar sobre la PAH se acaban de publicar un par de obras de gran interés: França, João. La PAH, manual de uso, Rosa Luxemburg, 2021, y La Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Una década de lucha por la vivienda digna 2009-2019, Bellaterra Edicions, 2022.

[4] bell hooks, El feminismo es para todo el mundo, Traficantes de sueños, Madrid, 2017, p.87.

[5] bell hooks, El feminismo es para todo el mundo, Traficantes de sueños, Madrid, 2017, pp. 89-90.

Fotografía

Miembros del movimiento Stop Desahucios protestan para evitar el desalojo de una familia en Valencia, el 21 de julio de 2011. Por Heino Kalis.