Conflictos lingüísticos

La implicación de la UE en los hechos de Ucrania

Considerando las terribles consecuencias de la crisis en Ucrania, nos hemos preguntado si la Unión Europea (UE) sólo tendría que expresar verbalmente su preocupación sobre la democracia y los derechos humanos o si también tendría que intentar conseguir que se implementaran realmente.

En los últimos meses, Ucrania se ha tenido que enfrentar a peligros que no sólo han puesto en riesgo su soberanía como actor en las relaciones internacionales. De hecho, estos peligros pueden haber afectado la paz y seguridad regionales (y quizás también internacionales), cosa que podría requerir la intervención de otros actores, como la Unión Europea. La operación antiterrorista que se declaró en la parte sureste del país y que ya se ha llevado las vidas de centenares de personas, así como los grandes cambios geopolíticos que sorprendieron a tantos, son el resultado de conflictos que hace tiempo que existen, pero que se habían intentado esconder. Hace un año, prácticamente nadie podía imaginar la magnitud de los trágicos hechos que tendrían lugar en Ucrania, uno de los pocos países del bloque post-soviético que había sido capaz de evitar conflictos étnicos graves. Incluso si alguien preveía que habría violencia, creía que ocurriría en la zona oeste, no en el este. La crisis económica en la cual Ucrania se ha encontrado ha hecho surgir algunos temas de seguridad energética que habían sido vitales para el desarrollo de la política nacional e internacional del país durante años. Por ello, el recientemente elegido presidente P. Poroshenko, en un futuro inmediato, tendrá que afrontar una larga variedad de retos que se han vuelto más relevantes en los últimos tiempos.

Sin duda, los hechos que han colocado a Ucrania al borde del colapso (tanto económico como con respecto a la preservación de su soberanía) son una constelación de acontecimientos. La crisis actual también ha sido desencadenada por actividades imprudentes, irresponsables y antipatrióticas, que subsecuentes administraciones presidenciales han ido realizando desde que Ucrania consiguió su tan preciada independencia después de la desintegración de la Unión Soviética. También ha tenido mucho que ver el hecho de que el desarrollo general de la sociedad civil y de las élites intelectuales y diplomáticas se haya mantenido extremadamente bajo, no ha estado a la altura de la importancia de los retos teniendo en cuenta su potencial y su complicada posición política. Algunos quieren culpar a la Federación Rusa, la vecina del este, de un intento explícito de desestabilizar la situación interna de Ucrania con una agresiva campaña -que, en esencia, es propaganda- que cuenta con el apoyo de los principales medios de comunicación, y con sanciones económicas inminentes. Esta actitud hacia su compañero y vecino no sólo ha mostrado explícitamente el resurgimiento de las ambiciones imperiales rusas, sino que también ha puesto en la palestra la aproximación social darwinista y realista que las élites rusas han adoptado como nuevo vector para el futuro desarrollo del país. Ello también muestra que el régimen político ruso confiará en el nacionalismo como nueva fuente de legitimidad. Es evidente que todos estos argumentos y supuestos contienen semillas de verdad; ahora bien, ¿sería correcto culpar totalmente de la crisis a la Federación Rusa y a los antiguos gobiernos ucranianos?

La Unió Europea ha hecho muy poco para prevenir una futura escalada de la violencia en Ucrania

Consideramos que es vital no reducir las consecuencias de la crisis existente exclusivamente a una de las dimensiones de las que hemos hablado. El actor más grande, el que tiene a casi quinientos millones de personas residiendo en 28 países, una economía fuerte, estándares de vida elevados y unas capacidades militares potencialmente inmensas -la Unión Europea- ha hecho muy poco para prevenir una futura escalada de la violencia en Ucrania, evitando así asumir responsabilidades en caso de ruptura de la estabilidad, la seguridad o la paz regionales. A pesar de la existencia de distintas opciones respecto a los marcos institucionales y a los mecanismos de cooperación regional que incluyen a Ucrania, como por ejemplo el Eastern Partnership, la reacción de la UE se ha caracterizado por su incapacidad de decidir una posición común clara que defienda las normas y los valores democráticos. Después de haber presionado a Ucrania para que firmara el pacto de asociación con propuestas económicas poco claras, y negándole incluso la más mínima posibilidad de añadirse a sus estructuras, cuando las primeras protestas pacíficas empezaron en la plaza Maydan -que culminaron con el surgimiento de la violencia- parece que la UE optó por la retórica en vez de por hacer pasos concretos. No sería exagerar sugerir que, con tal actuación, la UE decepcionó a quienes aguantaron y murieron en Maydan por el futuro europeo de su preciado país.

Además, aceptando tácitamente la anexión de Crimea (cosa que rompió todos los principios de derecho internacional existentes, por no mencionar los fundamentos morales) e intentando no implicarse en la crisis del este de Ucrania (claramente alimentada por Moscú), la UE, una vez más, ha dejado patente su incapacidad para defender los principios y los valores a los que asegura ser fiel y defensora. Y los intentos de añadirse a las sanciones económicas promovidas por los Estados Unidos contra la Federación Rusa, incluyendo el dificultar la construcción del gasoducto South Stream, parecen ser más bien una aceptación de mala gana que una estrategia bien planificada. Siguiendo estos esquemas de comportamiento basados en la indecisión y en la tibieza, la UE no sólo ha exacerbado la confianza rusa en su capacidad de defender a sus socios, sino que también ha matizado su imagen internacional. Así, esta crisis ha revelado algunos puntos que se tendrán que tratar con seriedad y decisión:

1. A pesar de los múltiples (y costosos) intentos declarativos para cambiar su percepción, la UE sigue siendo un poder suave (soft power) o civil: desde el conflicto ruso-georgiano (agosto de 2008), la UE no ha sido capaz de defender a los estados por los que se ha preocupado, tanto en el dominio económico como en el militar.

2. La UE es incapaz, o no tiene voluntad, de hablar con una sola voz de cara a los cambios significativos: los estados miembros siguen una línea de comportamiento independiente cuando hay intereses nacionales de por medio. Así, algunos estados de la UE todavía pueden seguir el camino de la «dependencia» en sus relaciones con Rusia, cosa que amenaza la esencia de todo el proyecto europeo.

3. La UE no tiene la voluntad de dar la cara por sus compañeros del este (Georgia, Moldavia y Ucrania) y tiene ante sí el reto de Rusia. En caso de una futura desestabilización regional ello podría amenazar el atractivo de la UE y los mecanismos de poder suave que todavía influyen sobre los estados post-soviéticos. Los antiguos países comunistas podrían, pues, volver a caer bajo la órbita de influencia de Rusia.

4. Rusia ha conseguido aquello que lleva tanto tiempo buscando:-la evidencia de la falta de determinación de la UE a la hora de involucrarse con un Moscú bélico que resurge e intenta expandir su «zona de influencia» sobre los antiguos satélites del espacio post-soviético. Ello generalmente lo hace con un uso destacado de la coerción y la intimidación.

5. No se tendría que decepcionar a Ucrania (ni a otros países post-soviéticos): La UE sólo será capaz de empezar un diálogo constructivo de adhesión de pleno derecho en sus estructuras una vez tenga pruebas de la estabilización y la mejora del entorno económico y político de estos países.

6. Si la crisis de Ucrania persistiera más tiempo podría ser un grave peligro para la estabilidad y la paz regionales, y la UE tendría que tratar las repercusiones de estos hechos. Tratar con las consecuencias (el colapso económico de Ucrania y la expansión de un conflicto militar que podría conducir a una catástrofe humanitaria) seguro que será una tarea mucho más difícil y pesada para la UE.

La UE, o bien tendría que renunciar explícitamente a sus intentos de incluir a Ucrania en sus instituciones o bien debería defender los principios democráticos en la región

Al hacer que Ucrania tenga que ecoger sólo entre el pacto de asociación y la unión fronteriza sin ni tan solo ponderar una salida, teniendo en cuenta los lazos geopolíticos, económicos, etnoculturales, lingüísticos e históricos de Ucrania con la Federación Rusa, y sin ofrecer ninguna perspectiva económica o de permanencia clara, la UE tendría que admitir su parte de responsabilidad en la crisis. Tal como explica el famoso dicho: «uno será siempre responsable de aquello que ha domesticado» y siguiendo esta línea de comportamiento, la UE o bien tendría que renunciar explícitamente a sus intentos de incluir Ucrania en sus instituciones o bien tendría que defender a su compañero necesitado y posicionarse como un verdadero defensor de los principios democráticos. Después de todo, parece que si la UE optara por el primer camino, cometería los mismos errores de las democracias occidentales en el periodo de entreguerras. Por lo tanto, la cuestión debería ser: ¿es la UE un actor supranacional global que puede asumir la importante responsabilidad de guiar a Ucrania hacia la democracia o, por el contrario, prevalecerán los intereses propios y financieros para no hacerlo?

Fotografía : Viktor Kovalenko / CC BY / Desaturada. – Manifestación de ucranios pro-europeos –

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