El martes 16 de septiembre se cumplen tres años del asesinato de la joven Mahsa Amini a manos del régimen iraní, algo que traspasó las fronteras del país y se ha convertido en un símbolo global de resistencia. Su muerte encendió el movimiento Zan, Zendegi, Azadi (Mujer, Vida, Libertad), una movilización sin precedentes que situó en el centro de la agenda internacional no sólo las violaciones de los derechos humanos en Irán, sino también la capacidad transformadora de las mujeres como agentes de cambio. En las calles del país, miles de mujeres de todas las edades y procedencias, acompañadas también por hombres, levantaron la voz con una valentía que todavía conmueve, que irradia esperanza y dignidad ante tanta rabia y miedo.

Miedo a un régimen teocrático que, desde 1979, se ha caracterizado por una brutal represión política, por la marginación de las minorías, una corrupción institucionalizada y una política exterior desestabilizadora de la región. Todo ello se suma a una nefasta gestión interna que ha llevado el país a una grave crisis económica, energética y medioambiental.

En 2024 se logró un tristísimo récord: más de 900 ejecuciones, según organizaciones internacionales independientes. Y en 2025 se ha intensificado el acoso sistemático contra activistas y opositores, con un aumento de las detenciones arbitrarias, juicios exprés sin garantía legal alguna y acusaciones basadas en pruebas falsas. En las prisiones del régimen, los internos sufren cada día torturas y violaciones, siendo las condenas a muerte habituales. Es un intento desesperado de silenciar las ansias de libertad de la mayoría de la población que, sin embargo, no se deja intimidar. El futuro del país está encarcelado: activistas, defensores de derechos humanos, intelectuales, artistas, deportistas, cantantes, etc.

Y las poderosas voces de las mujeres han ido agrietando los muros de esta teocracia y, a través de estas rendijas, reclaman derechos universales básicos: vivir libres, decidir sobre sus vidas y soñar con un futuro mejor.

Mujer, Vida, Libertad ya no es sólo una protesta civil; es también un proyecto de paz. En un entorno en el que la violencia estructural es cotidiana, las mujeres han optado por la dignidad como principio político y por la libertad como horizonte. Su lucha conecta con las reivindicaciones universales de justicia y paz, demostrando que los movimientos liderados por mujeres no sólo buscan la igualdad de género, sino también un modelo social y político alternativo, más inclusivo, humano y que puede ser inspirador para otras comunidades.

Una y otra vez, las valientes mujeres iraníes han demostrado con su resistencia y resiliencia que ya no quieren ser silenciadas: quieren ser protagonistas de su futuro y partícipes de un cambio esperanzador. Sus demandas legítimas deben ser escuchadas, puesto que nunca se alcanzarán la paz, la libertad y la justicia sin su participación en los procesos de transformación política. Ellas son un elemento esencial para ese cambio. De hecho, en Irán, donde la mitad de la población vive bajo condiciones de pobreza y represión, son precisamente las mujeres y las nuevas generaciones quienes encarnan la posibilidad de un futuro distinto.

Recordar hoy el tercer aniversario de la injusta muerte de Mahsa Amini no es sólo un acto de memoria, sino también un compromiso con la dignidad y la paz. Es ser altavoz de sus demandas, solidarizarse con su lucha y denunciar la represión y la injusticia que sufren a diario. Su valentía de desafiar a toda la maquinaria represora que el régimen despliega contra cualquier indicio de oposición requiere nuestra atención.

Como miembro de la diáspora iraní, el reto está claro: ¡acompañarlas, dar visibilidad a sus demandas y seguir apoyando su lucha!

¡Porque el camino hacia un Irán libre y en paz pasa por escuchar y reforzar sus voces!

¡Ellas (y ellos) tienen la llave!

ZAN, ZENDEGI, AZADI

MUJER, VIDA, LIBERTAD

Anahita Nassir, politóloga y activista del movimiento DVLI

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