Entre aplausos y gritos de «Gaza, Gaza, no estás sola», la Flotilla Global Sumud ha zarpado finalmente del puerto de Barcelona rumbo a Gaza con más de 300 tripulantes de 44 países. Con embarcaciones modestas pero llenas de alimentos, agua y medicamentos, cargaban al mismo tiempo el mensaje de la población que siente impotencia frente a la barbarie. La misión también contará con barcos que saldrán de otros puertos de Italia, Grecia y Túnez.

La Flotilla es una iniciativa marítima liderada por la sociedad civil que busca abrir un corredor humanitario y romper el bloqueo israelí impuesto a la franja de Gaza desde hace casi dos décadas. La palabra árabe sumud significa «perseverancia» y es el concepto que inspira el espíritu del viaje: navegar contra la injusticia, la complicidad de los gobiernos y el silencio de la comunidad internacional.

La coalición llega cuando los flujos de ayuda están oficialmente paralizados desde que Israel ha intensificado su ofensiva contra Gaza en las últimas semanas, limitando el abastecimiento de alimentos y suministros básicos en el norte del territorio palestino. Actualmente el 100% de la población sufre inseguridad alimentaria grave, y se prevé que hasta un 32% alcance niveles catastróficos antes de finales de septiembre. Servicios como la electricidad y las comunicaciones colapsaron desde el inicio de la guerra, en octubre de 2023, en la que han muerto ya más de 62.000 palestinos y más de 156.000 han resultado heridos, según cifras del Ministerio de Salud de Gaza y el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí.

La Global Sumud Flotilla emerge como un gesto histórico de solidaridad humana. Los integrantes —profesorado, médicos, periodistas, artistas y activistas— abanderan la resistencia pacífica y denuncian que, tras cifras y titulares, hay personas atrapadas en la miseria y en el horror, sin proyección alguna de futuro. No quieren recurrir a la violencia ni ser amenaza alguna, sino mostrar un compromiso moral poniendo el cuerpo y la voz al servicio de las vidas más afectadas por la guerra, sin más armas que el grito a favor de la compasión.

La solidaridad es, a menudo, una forma de canalizar la indignación y transformarla en acción, y tiene la virtud de ser contagiosa. Así lo demostraron las 200 personas voluntarias del Baix Montseny, en Barcelona, que, en pocas horas y bajo el nombre de “Cocineras por la Paz”, prepararon más de 2.000 comidas por los días en tierra y, por el aprovisionamiento en el mar, gestionaron un volumen extraordinario de alimentos para que las embarcaciones puedan preparar un total de 14.400 comidas. Todo con productos donados por pequeños comercios y productores locales. Lo que empezó como la propuesta de una sola persona se extendió, como una ola, más allá de lo esperado. Hoy es un gesto colectivo que evidencia la fuerza de la autogestión comunitaria: cuando las instituciones no llegan a ella, la sociedad también sabe organizarse y practicar la política del cuidado.

A lo largo de la historia, la lucha noviolenta ha sido una herramienta para transformar realidades aparentemente inamovibles. No es una apología a la pasividad, sino todo lo contrario: es una fuerza capaz de cohesionar y movilizar sociedades enteras y erosionar estructuras de opresión.

Interceptar buques humanitarios en aguas internacionales es ilegal según el derecho marítimo y la Corte Internacional de Justicia ha ordenado a Israel que permita la entrada de ayuda. Sin embargo, ésta será la cuarta expedición que intentará llegar este año. La Global Sumud es la más numerosa hasta la fecha y, pese a las amenazas del ministro de Seguridad israelí, las embarcaciones siguen con la travesía porque el deseo de otro mundo posible es más fuerte que el miedo. Cada barco que busca desafiar el bloqueo se convierte en un recordatorio de que el coraje y la solidaridad entre pueblos nutren la esperanza, una condición indispensable para abrir caminos hacia la paz allá donde sólo parece haber muros.

Los participantes a bordo ya han manifestado que, si Israel no les deja avanzar, «el plan B es volver y ser más». Porque lo que mueve estas acciones no es el viento ni el motor, sino la convicción de que la dignidad humana nunca debería tener fronteras ni responder a intereses políticos y económicos que menosprecian tan ferozmente la vida.

Sandra Martínez Domingo, responsable del área «Alternativas de seguridad«

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