Drogas y violencias en América Latina

Entrevista con Orlando Zaccone, comisario de policía en Rio de Janeiro

Orlando Zaccone, comisario de policía en Rio de Janeiro

Orlando Zaccone es comisario de policía en Rio de Janeiro, una de las ciudades donde la guerra contra las drogas se manifiesta de forma más virulenta y donde la peor parte se la llevan los más débiles. Consciente de ello, fundó el movimiento de Agentes de Policía contra la Prohibición de las Drogas para avanzar hacia un cambio de modelo que deje atrás la represión y la violencia. En esta entrevista, Zaccone nos cuenta cómo es la lucha contra el narcotráfico en Brasil, una guerra que mata más que las propias drogas.

¿Qué niveles de violencia genera el narcotráfico y la guerra contra las drogas en Brasil?

En Brasil tenemos un gran mercado consumidor pero no productor de drogas. Es un mercado que no está operado por cárteles y la violencia tiene lugar en las disputas de grupos por el espacio de venta de drogas en la calle. En Rio de Janeiro, en estas disputas en las favelas los grupos utilizan armamento militar, pero es un fenómeno que no pasa en otros estados, como Sao Paulo, donde un único grupo controla la venta de droga en la periferia. La respuesta represiva en Rio de Janeiro acaba siendo a través de las acciones militares, se utiliza la policía y el ejército generando una paradoja: ambos (policía y ejército) acaban matando a más personas que el propio consumo de drogas ilícitas.

La actual guerra contra las drogas se ensaña contra los más débiles y deja impunes a los grandes traficantes. ¿Por qué cree usted que no hay interés en combatir a los eslabones más fuertes del narcotráfico?

El mercado de drogas ilícitas se divide entre productores, distribuidores, vendedores y consumidores. Las políticas represivas por parte de la policía se concentran en la venta al por menor, donde se obtienen los beneficios menores. No se trata de un defecto del sistema represivo, sino de su propia naturaleza. La policía está preparada para controlar el espacio público y la circulación de drogas en el espacio público pasa a tener mayor atención, también porque estas drogas no se producen en Brasil. No se trata de que haya más o menos interés, sino de una falta de mecanismos para hacer frente a la transnacionalidad del mercado productor y distribuidor de drogas.

¿Existe colaboración entre los narcos y los agentes del estado y la policía?

El tráfico de drogas en Brasil se relaciona con la policía y, ocasionalmente, con algunos políticos de forma aislada, no sistemática. La relación con la policía es básicamente de carácter económico, a través de la corrupción. Y algunos grupos paramilitares, llamados milicias, han pasado en los últimos años a hacer negocios también con drogas.

¿Violencia, corrupción y crimen organizado son vasos comunicantes en Brasil?

No solo en Brasil, sino en todo el mundo. Pero respecto al comercio de drogas ilícitas hay que entender que la violencia es fruto de la prohibición de las drogas. No hay nadie al cargo de la venta de alcohol o tabaco con armas en la mano. Estos dos mercados –alcohol y tabaco- no son violentos porque son mercados regulados, legalizados. De esta manera la violencia desaparece y la corrupción y el crimen organizado se limitan a la esfera empresarial. Con la legalización de las drogas en Brasil tendríamos una reducción drástica de homicidios, incluyendo los ejercidos por agentes de la policía, y reduciríamos también el número de presos. Hoy, un tercio de los 750.000 presos en Brasil están acusados de delitos relacionados con las drogas. Eso por no hablar de la reducción del daño provocado por el control sobre la calidad de droga colocada en el mercado. En Brasil se mezcla de todo en la cocaína, por ejemplo.

Con su respuesta represiva, en Rio de Janeiro policías y ejército acaban matando a más personas que el propio consumo de drogas ilícitas

¿Es partidario de una legalización de todas las drogas?

No estaríamos rompiendo con el prohibicionismo si autorizáramos solamente la producción, comercio y consumo de cannabis. La marihuana sería una droga lícita y la prohibición continuaría produciendo daños con la cocaína y otras drogas prohibidas. Es importante resaltar que legalizar todas las drogas no significa que éstas lleguen de cualquier manera al mercado. Eso es justo lo que pasa hoy en día con la prohibición. Con la legalización, el Estado tendría el control sobre el producto que se ofrece al mercado, como ya ocurre con el alcohol, así como sobre los locales y personas autorizadas para la venta y el consumo.

Entonces ¿qué intereses existen en mantener el actual modelo prohibicionista?

El hecho de mantener un control social violento, que está autorizado para exterminar los grupos considerados peligrosos a partir de un discurso moral de defensa de la salud pública. Es evidente que el mercado de armas y la industria del crimen también están presentes en este contexto, incluyendo la industria de las cárceles, que genera negocio.

¿Acabar con el mercado ilegal de drogas podría diversificar el crimen organizado?

El crimen ya está organizado en otras esferas económicas más allá de las drogas. E incluso si el llamado crimen organizado se debe diversificar, que lo haga para negocios que no provoquen tantas muertes y sufrimientos. La prohibición de las drogas hoy en día es una máquina de matar a gente en muchos países. En Brasil es una máquina de matar y hacer sufrir. Después de la esclavitud, no ha habido un modelo legal que durante tanto tiempo haya producido tantos cadáveres y sufrimientos en el mundo. Debemos pensar en aquellos que están entregando sus vidas y su libertad en nombre de una mentira. La “guerra de las drogas” no protege vidas. ¡La prohibición de las drogas mata más que las drogas mismas!

La prohibición de las drogas
es una máquina de matar en Brasil

¿Qué factores inciden para qué la violencia relacionada con las drogas enraíce en unos países y en otros no?

La principal diferencia está en la manera en que los países responden a la existencia de este mercado ilícito. Aquellos que tratan a los traficantes como enemigos del Estado y de la nación tienden a crear un clima de mayor violencia a la hora de enfrentarse al problema. También hay que ver la historia de cada país. Brasil es el resultado de dos grandes masacres: el genocidio de los pueblos originarios y la esclavitud. La represión de las drogas en mi país es el ADN del exterminio de aquellos considerados indeseables.

¿Teme que con el nuevo gobierno de Bolsonaro la violencia contra los más débiles vaya en aumento?

El gobierno de Bolsonaro pretende institucionalizar la violencia contra los pobres con el argumento de combatir el tráfico de drogas. Eso será posible porque la Constitución Federal considera el crimen por tráfico de drogas como el más grave de nuestra legislación. Para tener una idea, el único crimen en Brasil que autoriza una extradición de un brasileño nacionalizado es en caso de tráfico internacional de drogas. Esta disposición fue introducida por una política internacional liderada por Estados Unidos. Y no podemos olvidar que Bolsonaro ganó con el apoyo de grupos ligados al gobierno de Trump. La violencia en los países periféricos como Brasil es lucrativa para aquellos que suministran las armas e invierten en los negocios de la seguridad y la seguridad de los negocios.

¿Qué apoyos tiene en Brasil la legalización de las drogas?

La mayoría de los brasileños están en contra de la legalización porque el debate se limita a un aspecto moral y religioso. Las drogas son vicios y alejan al hombre de la familia y de Dios. El problema es que esto también ocurre con las drogas lícitas, como el alcohol. La droga continua siendo vista como aquello que los otros usan, no como lo que nosotros usamos. El Rivotril no es droga, ¡es remedio!

Fotografía: Orlando Zaccone durante su intervención en el seminario internacional “Drogas, Políticas y Violencias”, organizado por el ICIP y Casa Amèrica Catalunya en octubre de 2018 en Barcelona.

© Generalitat de Catalunya