Todas las personas que hemos participado en el Congreso Mundial por la Paz celebrado en Barcelona compartimos un mismo objetivo: un futuro sin conflictos armados, sin violencia; un futuro donde las personas reconocemos la diversidad de origen y de pensamiento como un valor y no como un problema; donde podemos dirimir nuestras diferencias -naturales y necesarias- de manera respetuosa y constructiva. Un mundo justo y solidario, defensor de los derechos humanos y del medio ambiente. Un mundo en paz.

Debemos celebrar nuestros éxitos. A lo largo de las últimas décadas hemos sabido traducir y trasladar nuestros objetivos en normas y en políticas públicas a todos niveles: global, nacional y también local. Aparte de las leyes, es importante poner en valor el papel de la cultura: todas las culturas del mundo valoran la vida y promueven el amor: entre las personas y con la naturaleza.

Y, sin embargo, la práctica mayoría de las culturas del mundo también tienen formas de justificar las violencias: la violencia física, directa, y las múltiples formas de violencia estructural, más sutil pero quizás también más devastadora.

Es como si no nos acabáramos de creer que otro mundo es posible, que otro mundo es imprescindible. De poco sirven los tratados internacionales, las constituciones, los manifiestos, los acuerdos de paz o las propias instituciones si no somos capaces de trasladar el anhelo en práctica, si no conseguimos que mejore la vida de los millones de personas excluidas, si no encontramos la manera de convivir en la discrepancia, de vivir en nuestro planeta sin matarlo.

Por eso hacemos el Congreso Mundial por la Paz. No sólo para imaginar otro mundo sino para transformar lo que tenemos.

Para aprender unos de otros, para unir esfuerzos, para trascender marcos mentales, para mantener la esperanza en medio de la adversidad. Necesitamos más creatividad, nuevas alianzas, actualizar el discurso, inventar nuevos símbolos, aprender a entender y responder a las angustias, los miedos y las necesidades de las personas que piensan de forma diferente, porque no las podremos convencer sólo con argumentos y con leyes.

Quisiera destacar la necesidad de apropiarnos de conceptos como el de la seguridad, que han sido secuestrados por los actores reticentes o contrarios a los cambios, defensores de un status quo que mantiene las desigualdades y la injusticia. Paz y seguridad son conceptos indisociables -al igual que paz y derechos humanos o paz y justicia-. Ante una concepción cerrada de seguridad del Estados, o la seguridad de los privilegiados, tenemos que reivindicar con más creatividad la seguridad humana y la seguridad ambiental.

Nuestros retos son, por tanto, también simbólicos y culturales. Y debemos hacer bandera. Como nos recordaba siempre el maestro Vicente Martínez Guzmán: «Nosotros, los pacifistas, somos los realistas.»

Con esta premisa, a partir de la capacidad de convocatoria transversal del Congreso Mundial por la Paz, las entidades de paz de Cataluña y el ICIP nos hemos propuesto organizar un Congreso Catalán de Cultura de Paz. Dedicaremos los próximos dos años a continuar y profundizar en las reflexiones que tengamos este fin de semana, con el objetivo de actualizar nuestra agenda y de incrementar el impacto social y político de nuestro compromiso. Siempre con una perspectiva a la vez local y global.

(Palabras pronunciadas en la ceremonia de inauguración del Congreso Mundial por la Paz celebrado en Barcelona del 15 al 17 de octubre).

Kristian Herbolzheimer, director del ICIP

Compartir