¿Dónde están las personas desaparecidas? Verdad y justicia, un requisito para la paz

Entrevistas con Nassera Dutour, Gladys Ávila, Yolanda Morán y Edita Maldonado

Cuatro mujeres, madres o hermanas de personas desaparecidas, nos dan el testimonio de su lucha incansable para reencontrar a sus seres queridos y del impacto, a nivel personal y colectivo, que supone enfrentarse a una desaparición. Desde su propia experiencia reflexionan sobre la necesidad de esclarecer la verdad de cada caso y hacer justicia como vías para la reparación y la no repetición. Voces que nos llegan desde Argelia, Colombia, México y Honduras.

1. ¿Cuándo y en qué contexto se produce la desaparición de su familiar?

Nassera Dutour, fundadora del Colectivo de Familias de Personas Desaparecidas en Argelia (CFDA)

Mi hijo Amine tenía 21 años. Fue detenido el 30 de enero de 1997 y desde entonces está desaparecido. Ese día estaba en casa y salió a ver a un compañero. Cuando estaban juntos se dieron cuenta de que no llevaban encima la documentación y cada uno volvió a su casa, porque en aquella época en Argelia la policía te podía parar para pedirte los papeles en cualquier momento. Amine volvió a bajar a la calle y por allípasaba un coche blanco, que lo hizo subir y desapareció. Probablemente eran agentes del servicio de inteligencia pero nunca más supimos nada. Desde entonces lucho por saber la verdad. En mi búsqueda encontré otras madres que estaban en la misma situación que yo y en 1999 decidimos crear el Colectivo de Familias de Personas Desaparecidas en Argelia (CFDA).

Gladys Ávila, portavoz del Grupo Europeo de Familiares de Personas Desaparecidas en Colombia

Mi hermano Eduardo Ávila fue detenido y desaparecido el 20 de abril de 1993, en el marco del conflicto armado colombiano. Él tenía 26 años y yo, 29. Había sido miembro de la guerrilla M-19, pero se había desmovilizado en el año noventa. Encontramos su cuerpo una semana después de la desaparición en una carretera a las afueras de Bogotá. Lo reconocimos por identificación óptica, porqué la policía escondió los datos y cerró el caso por falta de pruebas, sin posibilidad de hacer pruebas de ADN. Eduardo tenía la T de Tigre (su apodo) tatuada en el brazo izquierdo. Fue un momento fuerte. Me di cuenta de las torturas: le fue desgarrada la lengua, tenía la mandíbula rota, heridas en las manos y los dedos, y distintos disparos. Logramos que nos entregaran el cuerpo y desde entonces llevo luchando para que se haga justicia. En un caso de desaparición forzada es tan doloroso seguir buscando como encontrar el cuerpo.

Yolanda Morán, directora del colectivo BÚSCAME y miembro del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México

Mi hijo Dan Jeremeel fue secuestrado el 19 de diciembre de 2008 por un grupo de militares del área de inteligencia y desde entonces está desaparecido. Once años después el caso sigue abierto, pero nunca se ha avanzado en la investigación por tratarse de militares. Creemos que fue una cuestión de mala circunstancia, estuvo en el lugar equivocado en el momento menos indicado. Pocos días después del secuestro fueron detenidas cuatro personas, un militar en posesión del coche de mi hijo y tres más como cómplices. Fueron declarados culpables y condenados a prisión. Cuando ya estaban en la cárcel dos camionistas armados entraron y los mataron. Allí terminó cualquier posibilidad de saber más sobre los hechos. Quedaron dos prófugos, uno lo detuvieron y después también lo mataron. Del otro, aparentemente no se sabe nada. Desde entonces toda la investigación la hacemos la familia, presionando a las autoridades. Una madre hace lo imposible para encontrar a su hijo.

Edita Maldonado, miembro del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO), en Honduras

Era el año 1995. Mi hija mayor salió de casa rumbo a los Estados Unidos con la ilusión de ayudar a la familia. Tenía 28 años y se quedó en Chiapas porque no pudo continuar el camino. Estuve cinco años sin saber nada de ella porque sus cartas no llegaban. No fue hasta el año 2000 cuando el cartero logró traerme una de sus cartas y conseguí encontrarla. La ruta migratoria hacia Estados Unidos, no solo desde Honduras, también desde El Salvador, Guatemala… es una odisea espantosa, un calvario para las personas que salen a buscar futuro para sus familias. Los migrantes son víctimas del crimen organizado en México: hay secuestros, encarcelamientos, muertes.

2. ¿Qué impacto tiene la desaparición a nivel personal y colectivo?

Nassera Dutour

La desaparición de un ser querido es lo más trágico y dramático que le puede pasar a una madre o un padre. Si uno pierde a un hijo de muerte natural, el sufrimiento es insoportable pero con el tiempo las heridas se pueden cicatrizar. Pero cuando se trata de una desaparición forzada no llega nunca la cicatrización, las heridas quedan siempre abiertas. La familia vive entre la esperanza y la desesperación. La esperanza de reencontrar al hijo vivo, y la desesperación de los años que pasan y se acumulan y el miedo de no verlo nunca más. Es un dolor constante que quema y que no se apaga nunca. También nace un sentimiento de culpabilidad por no haber podido protegerlo. La desaparición es una tortura que te corrompe y que te impide vivir con normalidad.

Gladys Ávila

Mi vida cambió totalmente. Yo era diseñadora de moda, con dos hijos a cargo y un hogar. Desde aquél 20 de abril ya no pude sentarme más porque sabía que tenía que salir a buscar a mi hermano, a recorrer calles, albergues, hospitales desde la mañana a la noche. Uno busca entre los vivos y los muertos. La desaparición conlleva la destrucción del mundo familiar y social. La familia busca culpables, saber qué pasó y por qué razón. En nuestro caso, a raíz de los hechos la familia se enteró de que mi hermano era parte del M19 y el impacto fue tan fuerte que el núcleo se rompió. Al mismo tiempo la sociedad nos estigmatiza, nos señala y nos culpabiliza. La desaparición es un riesgo de vida y un estigma para la familia, por eso es tan importante saber la verdad.

Yolanda Morán

Es un impacto mental, emocional, psicológico enorme por qué no nos podemos desprender de este dolor constante. Cuando un familiar fallece, te despides y tienes un lugar donde ir a llorarlo, pero nosotros no tenemos este lugar. No sabemos si nuestros hijos están vivos, no sabemos dónde están, cómo se encuentran. Yo cada día cuando estoy comiendo me pregunto: ¿tendrá mi hijo un plato de comida? ¿en qué condiciones estará? Esta incertidumbre es lo más cruel que puede pasarle a un ser humano y a su familia. Dan Jeremeel tiene cinco hijos, el menor tenía dos años cuando a él lo secuestraron. Su mujer se ha visto sola, sin el padre, teniendo que salir a trabajar cada día. Es un trauma terrible que genera ansiedades y que no te permite vivir en paz.

Edita Maldonado

La desaparición es la destrucción de la familia, es una desesperación. Durante cinco años soñaba cada noche con ella, sin saber su paradero. Es una situación muy dura para muchas familias, y por eso nos unimos. Desde que en 1999 formamos el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO) ha habido 680 desapariciones en la ruta migratoria entre Honduras y México. Organizamos las primeras caravanas de madres y pedimos ayuda al gobierno hondureño para que creara una comisión de búsqueda, pero nunca se nos tomó en cuenta. El gobierno ha querido silenciar las protestas y solo ha ayudado en la repatriación de cadáveres de migrantes, pero no reconoce las desapariciones.

3. ¿Qué elementos positivos puede extraer de la lucha incansable de los familiares de personas desaparecidas?

Nassera Dutour

Las familias nos organizamos para reclamar justicia, salimos cada semana a la calle, organizamos eventos, reuniones, protestas, con las pancartas y fotografías de nuestros hijos e hijas. Las madres estamos obligadas a seguir luchando para saber la verdad. El dolor es más fuerte que nosotras, y la rabia, la cólera, la tristeza y también la esperanza, todo ello nos empuja a luchar y seguir adelante. Es una lucha sobre todo de mujeres, porque somos más fuertes que los hombres, porque no desistimos de encontrar a nuestros hijos, aunque también debemos tener presente que muchas madres, y también padres, han muerto durante este tiempo, otros han enfermado.

Gracias a nuestra lucha hemos conseguido mantener los expedientes de los casos de nuestros hijos abiertos, a pesar de que las autoridades argelinas los daban por cerrados, y el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha reconocido 6.146 desapariciones en Argelia a manos de agentes de la Estado.

Gladys Ávila

Cuando se produjo la desaparición de mi hermano yo llegué a la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES). Me acompañaron en la búsqueda y gracias a ellos encontramos el cuerpo. Yo me quedé allí, apoyando en las otras muchísimas búsquedas, primero como voluntaria y ya más tarde como coordinadora de la asociación. Cada avance particular es un avance para todos. Des de allí luchamos para sobrevivir, nos formamos como mujeres –porque es un movimiento prácticamente de mujeres–, logramos organizarnos y ganamos formación política.

Yo he continuado la lucha desde el exilio. En 2006 fui expulsada de mi país por la desaparición de un miembro de nuestra asociación. Estaba en peligro mi vida y la de mi familia, y me exilié a Suecia. Fue otro momento muy difícil por la dificultad añadida que conlleva, pero hemos logrado conformar un grupo europeo de familias de desaparecidos, presente en diez países, y trabajamos con la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas de Colombia. Sentir que vale la pena luchar, enfrentarme a todo, que no me anule como persona, es lo más positivo.

Yolanda Morán

Dentro del dolor hemos encontrado a amigas y amigos. Un año después de la desaparición de mi hijo yendo un día a la fiscalía encontré a otras dos madres en la misma situación y nos juntamos para formar el primer colectivo de familiares de desaparecidos en Coahuila, FUUNDEC (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos). Comenzamos 18 familias y llegamos a las 600. Fuimos creciendo, ganamos experiencia legislativa, aprendimos nuestros derechos y en 2019 decidimos fundar una nueva entidad, BÚSCAME. Ahora estamos enfocados en el trabajo de identificación de cuerpos y exhumación de fosas comunes y somos parte del Movimiento por Nuestros Desaparecidos.

Estamos viendo un cambio de rumbo con el gobierno de López Obrador, el primero en reconocer la problemática y en dar cifras de los desaparecidos (alrededor de 61.000, aunque según nuestras cifras pueden ascender a 200.000 personas). Trabajamos con el gobierno y hemos logrado avanzar en la implementación de la Ley de Desapariciones Forzadas, aprobada en 2017. Si algo no hace una madre es abandonar a sus hijos, y ésta es nuestra lucha. Es triste habernos conocido en estas circunstancias, pero juntas hemos aprendido a ser fuertes, a no tenerles miedo a las autoridades. Aunque recibimos amenazas, dejamos el miedo en nuestras casas para seguir luchando y la unidad nos fortalece en este camino lleno de obstáculos.

Edita Maldonado

Lo más valioso es nuestra valentía para seguir luchando, para seguir adelante, para ayudar a las madres que no han encontrado a sus hijos. Yo tuve la suerte de encontrar a mi hija, la traje de vuelta a Honduras pero enfermó y murió en 2004. Aun así, me quedé en el Comité para acompañar a las demás, porque somos una sola familia. Las madres somos las más valientes y luchonas. La esperanza nos llena para luchar.

4. ¿Qué es para usted la justicia y la reparación?

Nassera Dutour

La reparación es que se haga justicia y tengamos la verdad. Sin justicia no puede haber reparación. Debemos saber qué pasó, dónde están nuestros hijos, si están muertos o no, quien los detuvo y por qué, qué habían hecho para ser detenidos, por qué no tuvieron el derecho de defenderse, por qué no se ha juzgado a los responsables… debemos saber todos los porqués. ¿Por qué no nos dijeron la verdad en su momento? ¿Por qué, si están muertos, no nos devolvieron los cuerpos para enterrarlos? Si nadie nos da respuestas no podemos cerrar el caso y no podemos perdonar. Y para la paz interior es necesario poder cerrar el caso.

Gladys Ávila

Saber la verdad, que el país logre reconocer qué ha pasado. La reparación es el reconocimiento público a la identidad de la persona desaparecida, la no estigmatización. Y, para que se haga justicia, el victimario debe explicar qué pasó, quién es el responsable y por qué, para que no vuelva a suceder. La sociedad debe entender que la desaparición forzada es un problema de todos. Ha sido un genocidio social y la sociedad se debe poner al centro de la lucha. Según las cifras publicadas en Colombia hay entre 80.000 y 120.000 personas desaparecidas, pero hay miles de casos no denunciados. El país no está preparado para hacer frente a las desapariciones, se tiene miedo que la verdad se haga pública pero la esperanza nos acompaña siempre y algún día tendremos la luz que nos permita saber lo que pasó.

Yolanda Morán

Antes de reclamar justicia para nosotras lo primordial es encontrar a nuestros hijos. A mí, tráiganme a mi hijo; que lo encuentren, que me lo entreguen, este es el primer punto, irrenunciable. Yo vivo para encontrarlo, en las condiciones en que esté, y después ya pensaré en la justicia. Claro que quiero que paguen los responsables y por esto la obligación de las autoridades es seguir investigando, pero estoy tan llena de dolor que en mi cuerpo no cabe ni odio ni rencor. El daño ya está hecho. Seguimos luchando, presionando para abrir camino, nos ayudamos para buscarlos a todos. La fe en Dios nos sostiene.

Edita Maldonado

La reparación viene por saber la verdad de lo que sucedió en todas estas desapariciones. Quienes mandaron matar a los migrantes son los culpables de las desapariciones. Reclamamos justicia para todas, queremos la verdad.

Fotografia De izquierda a derecha y de arriba abajo: Nassera Dutour, Gladys Ávila, Yolanda Morán y Edita Maldonado.

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