La muerte de la joven iraní Mahsa Amini durante custodia policial, detenida por la policía de la moral por no llevar el velo adecuadamente, ha encendido una ola de protestas multitudinarias en Irán. La magnitud de estas protestas, a pesar de tener un fuerte componente de oposición a la imposición del velo, se debe enmarcar en un contexto de profundo descontento social con la situación económica, política y social del país. Ya sea el gobierno conservador de Ibrahim Raisi, como el Líder Supremo, el ayatolá Ali Khamenei, señalan a agentes externos y enemigos del país como instigadores de la revuelta. La respuesta del gobierno ha sido duramente represiva, y las muertes de manifestantes por todo el país ya superan las trescientas.

El sociólogo iraní-estadounidense, Asef Bayat, explica cómo una de las características claves del descontento de la sociedad iraní actual es la acumulación de varias demandas políticas, sociales, económicas y culturales desatendidas, que, en momentos como este, van de la mano. Aunque Irán ya ha vivido episodios de protestas similares en el pasado – en 2009, 2017 o 2019- analistas y expertos señalan este estallido social como un punto de inflexión que tendrá consecuencias significativas para el futuro del país. El lastre de décadas de sanciones económicas, y un cambio generacional que aleja a la juventud del país de los valores de la Revolución Islámica de 1979, parecen poner en peligro la continuidad del sistema político de Irán.

Este levantamiento sin embargo, ha ido aun más lejos. Significativamente, se trata de un levantamiento en el que las mujeres y la juventud ejercen un papel central, donde se exige no sólo una mejora de los derechos civiles y políticos de las iraníes, sino que se reclama de manera más amplia la dignidad humana, recuperar el derecho a una existencia digna, alejada de la precariedad y la falta de futuro. A pesar de su carácter multitudinario, es difícil anticipar cuál será el impacto social y político de las movilizaciones. Las protestas, hoy por hoy, no se están organizando en un movimiento político o una campaña definida (como por ejemplo sí que pasó en e2009 con el Movimiento Verde, y la campaña “Where is my vote?” a raíz de las sospechas de fraude a las elecciones). Dicho de otra manera, no hay un liderazgo claro de las protestas. La juventud, y las mujeres en particular, están siendo las protagonistas principales – especialmente en el ámbito universitario—pero no se puede hablar de un movimiento político definido todavía.

Varios analistas, en un ejercicio de prospectiva, temen un posible escenario de rotura violenta del statu quo, donde las facciones de línea dura, especialmente aquellas vinculadas a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán (IRGC, en inglés), podrían hacer un golpe de estado y acabar con las pocas estructuras democráticas del país, liquidando de paso, y completamente, el sector político reformista. Este escenario, apuntan, sería posible en dos casuísticas: en primer lugar, si las protestas dan pie a un periodo de reforma social que sea rechazado por los sectores de línea dura, más fieles a los principios de la revolución. En segundo lugar, si el gobierno y los cuerpos de seguridad fallan a la hora de contener las protestas a medio-largo plazo.

La dimensión internacional de las protestas

Manifestaciones multitudinarias por todo el mundo en apoyo a los manifestantes en Irán – como nos ilustra el caso de Berlín- denotan, en primer lugar, una gran atención internacional hacia lo que está pasando en la República Islámica. En segundo lugar, una plétora de sensibilidades políticas y actitudes hacia la diáspora iraní. Podemos ver banderas imperiales que piden la vuelta de la dinastía Pahlavi, proclamas que reclaman un cambio de régimen, un derribo del sistema clerical de poder, el cierre de embajadas iraníes en Europa, condenar a Irán al ostracismo internacional. Ante esta diáspora, polarizada y activa, los países europeos responden con cautela, para no desbaratar y dinamitar las negociaciones sobre el acuerdo nuclear.

Antes del estallido de las protestas parecía que un acuerdo para la reactivación del acuerdo nuclear del 2015, conocido como en JCPOA, estaba a punto de alcanzarse. El JCPOA tiene un rol central, crítico, sobre las relaciones entre Estados Unidos e Irán, entre Europa e Irán, y en la dimensión de seguridad regional e internacional. Teniendo en cuenta eso, la evolución de la situación en Irán debe entenderse también como un proceso conectado a las negociaciones para la reactivación del acuerdo nuclear: la economía de Irán vivió un momento de pausa y breve recuperación durante los escasos tres años en que fue vigente, antes de que Donald Trump se retirara del acuerdo unilateralmente, en 2018. Desde entonces, la situación económica, política y social iraní se encuentra en una espiral descendente: conforme empeora la economía, crece el malestar social, Irán da pasos adelante en el desarrollo de sus capacidades nucleares, y la situación regional de seguridad se vuelve más frágil.

Hoy por hoy, es complicado predecir cuál será el impacto de las protestas a largo plazo. Hay quien predica que un nuevo Irán ha nacido, hay quien pide un retorno del antiguo Irán. Lo que es evidente, es que Irán vive un momento histórico, y que los siguientes meses serán centrales para el futuro del país.

Elisenda Comadran Casas és tècnica de l’àrea «Alternatives de seguretat» de l’ICIP.

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