El devastador impacto para la sociedad y las dificultades para una rápida y efectiva respuesta de la comunidad internacional del terremoto en Turquía, nordeste de Siria y Kurdistán pone de manifiesto “la necesidad de replantear los mecanismos internacionales y de gobernanza multilateral para dar respuesta a los retos actuales a nivel mundial”, como ha reconocido el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres. “Hemos fallado a la gente del noroeste de Siria. Se sienten, con razón, abandonados. Buscando ayuda internacional que no ha llegado”, manifestó también Martin Griffiths, Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas.

Especialmente en el caso de Siria y Kurdistán, ante estas dificultades para la movilización de apoyo y ayuda humanitaria institucional1 a las víctimas de uno de los mayores desastres naturales de los últimos años, la sociedad civil siria ha estado llegando dónde no llegan los estados o las instituciones multilaterales e internacionales.

Con este artículo buscamos, especialmente, reconocer la solidaridad de la diáspora siria, conformada por muchas personas que, a su vez, también son víctimas. Dejando de lado los bandos o posiciones tomadas en el conflicto armado, se han llevado a cabo importantes actos de solidaridad y envío de ayuda humanitaria a las zonas más afectadas por el terremoto2. Este devastador desastre puede significar, y ha significado en parte, una oportunidad para unir esfuerzos y contribuir conjuntamente a la reconstrucción del país, y aportando también a la construcción de paz.

El terremoto ha dejado más de 40.000 muertos en Turquía y más de 5.800 en Siria. En el caso de Siria, el sismo ha impactado sobre comunidades que llevan más de una década sufriendo un conflicto armado y que ya se encontraban en una situación de crisis y de elevada precariedad. Muchas de las víctimas son personas que habían sufrido desplazamiento forzado dentro del país o que habían buscado refugio en el sur de Turquía. Tal como manifiesta el “Truth and Justice Charter”, que incluye a diez asociaciones de víctimas sirias., se han visto afectadas y han muerto personas que “aún no se habían recuperado de las consecuencias del arresto, la desaparición forzada y el desplazamiento”.

El impacto de un desastre natural en una zona de conflicto nos lleva a referenciar otros conflictos armados que se vieron impactados por fenómenos naturales y cómo, paradójicamente, estas situaciones pueden llegar a convertirse en una oportunidad para avanzar en la construcción de paz si se gestionan de manera correcta o, por el contrario, pueden contribuir a agudizar el conflicto. En 2004, el terremoto en el océano Índico y los posteriores tsunamis dejaron más de 300.000 personas fallecidas, principalmente en Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia.

Aceh (Indonesia), la región más afectada, llevaba alrededor de 30 años en un conflicto que había causado 12.000 muertos. Según recogió el Instituto Elcano, la catástrofe llevó nuevas oportunidades para la paz ya que “forzó a las partes en conflicto en Aceh a hacer algo que prácticamente no habían hecho hasta ahora: pensar, ante todo, en el bien de la población civil de la región”, priorizando la llegada de ayuda humanitaria. Por ello, el gobierno y guerrilla del Movimiento para la Liberación de Aceh (GAM) decidieron cesar las hostilidades y se sentaron a negociar los términos de una paz duradera, concluyendo con la firma de un acuerdo de paz en 2005.  

No obstante, tal como analizó el Observatori Solidaritat UB, en Sri Lanka se produjeron problemas con el reparto de la ayuda humanitaria que debía acceder a la zona controlada por los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE), en un contexto en el que “el conflicto se encontraba en una fase de alto el fuego tras el acuerdo logrado en febrero de 2002 [… que] comenzaba a tambalearse”. A pesar de acordarse inicialmente una gestión coordinada de la ayuda humanitaria, se reanudaron los enfrentamientos y las tensiones y fracasaron las conversaciones de paz en 2006. Si bien la guerra terminó en 2009 con la derrota militar de los Tigres tamiles, a día de hoy siguen abiertas las heridas del conflicto.

Estos precedentes, ponen de manifiesto que, tras un desastre natural es necesario poner a las víctimas y a la población en el centro y buscar conjuntamente opciones para garantizar el acceso a ayuda humanitaria y a la reconstrucción de las zonas afectadas.Estos esfuerzos conjuntos pueden llegar a convertirse en ventanas de oportunidad para reencontrar objetivos comunes, mirar más allá de diferencias profundas, y así contribuir a la resolución de los conflictos.No obstante, esto no será posible sin la voluntad de las diferentes partes en conflicto, y también de los actores internacionales, para que estos cambios sean duraderos y se traduzcan en transiciones políticas y sociales hacia la paz.

Por último, como comentábamos al principio, para contribuir a aliviar el sufrimiento en una situación de crisis extrema y a la vez intentar caminar hacia la transformación del conflicto y la paz, es central reconocer el trabajo comprometido y activo que hacen muchas personas en Siria y Kurdistán, incluyendo a aquellas en la diáspora. Y es necesario que la comunidad internacional se comprometa y haga lo mismo.


1La Generalitat de Catalunya, por ejemplo, ha dispuesto, a través del Comité Catalán de Ayuda Humanitaria de Emergencia, una ayuda inmediata de 2 millones de euros para las zonas afectadas por el terremoto en Turquía, Siria y Kurdistán.

2A modo de ejemplo, la associació Kudwa en Barcelona, un colectivo de mirgrantes y refugiados de habla árabe que trabajan para la integración y la interculturalidad, han organizado recogida de donativos en especie y un evento cultural para recaudar fondos.

Ilustración de la artista siria Dima Nachawi, publicada en Facebook el 18 de febrero de 2023.

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